diciembre 15, 2023 in Evangelios

Lecturas del 17 de diciembre del 2023

Tercer Domingo de Adviento

Lectionary: 8

Primera lectura

Is 61, 1-2. 10-11

El espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido
y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres,
a curar a los de corazón quebrantado,
a proclamar el perdón a los cautivos,
la libertad a los prisioneros,
y a pregonar el año de gracia del Señor.

Me alegro en el Señor con toda el alma
y me lleno de júbilo en mi Dios,
porque me revistió con vestiduras de salvación
y me cubrió con un manto de justicia,
como el novio que se pone la corona,
como la novia que se adorna con sus joyas.

Así como la tierra echa sus brotes
y el jardín hace germinar lo sembrado en él,
así el Señor hará brotar la justicia
y la alabanza ante todas las naciones.

Salmo Responsorial

Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54

R. (Is 61, 10b) Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso los ojos en la humildad de su esclava.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas
el que todo lo puede.
Santo es su nombre y su misericordia llega,
de generación en generación, a los que lo temen.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo.
R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.

Segunda lectura

1 Ts 5, 16-24
Hermanos: Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno. Absténganse de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa.

Aclamación antes del Evangelio

Is 61, 1

R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 1, 6-8. 19-28

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Reflexión

En el pasaje del Evangelio según San Juan, capítulos 1, versículos 6-8 y 19-28, se nos presenta la figura de Juan el Bautista, un mensajero enviado por Dios. Su misión era clara: preparar el camino para Jesús, la Luz verdadera que ilumina a todo ser humano. En el contexto de aquellos tiempos, la llegada de un mesías era una esperanza largamente anhelada por el pueblo de Israel, sumido en un mundo de incertidumbre política y espiritual. La presencia de Juan, en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, era en sí misma un signo de algo nuevo y trascendental.

Este tercer domingo de Adviento, conocido como “Gaudete”, nos invita a la alegría. “Gaudete” significa “regocijaos” en latín, y en este tiempo de preparación para la Navidad, la Iglesia nos llama a alegrarnos por la cercanía del nacimiento de Cristo. En medio de un mundo que a menudo se siente pesado y lleno de dificultades, el mensaje de Adviento nos alienta a encontrar luz en la oscuridad, esperanza en la desesperación.

Al reflexionar sobre la labor de Juan el Bautista, nos enfrentamos a la invitación a preparar nuestro corazón para recibir al Señor. Así como Juan preparaba a los fieles en el desierto, nosotros somos llamados a una reflexión interior profunda. Se nos invita a examinar nuestras vidas, a reconocer nuestras faltas y a abrirnos a una transformación genuina. Este proceso de preparación interior no es solo un acto de penitencia, sino también de esperanza y renovación.

El testimonio de Juan el Bautista resuena a través de los siglos como un llamado a la humildad y al servicio. Él sabía que su papel era secundario, sirviendo de precursor a Algo y Alguien mayor que él. Esta actitud nos enseña sobre la importancia de reconocer nuestra propia pequeñez ante la grandeza divina. Nos invita a recordar que somos parte de un plan más amplio, una historia más grande que nuestras propias vidas.

En este tiempo de Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, es esencial recordar que la llegada de Cristo al mundo es un evento que cambia la historia. Es un recordatorio de que Dios se hace presente en nuestra humanidad, en nuestras alegrías y sufrimientos. Este acontecimiento trascendental nos llama a una conversión del corazón, a vivir en la luz de su verdad y amor.

Así, en este domingo de “Gaudete”, somos invitados a la alegría y a la esperanza, no como un escape de nuestras realidades, sino como una afirmación profunda de que, en medio de todo, Dios está con nosotros. Esta alegría no es superficial, sino que nace de un conocimiento profundo de que, pese a las adversidades, la luz de Cristo sigue brillando en el mundo, guiándonos hacia un camino de paz, amor y verdadera felicidad.




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