noviembre 29, 2023 in Evangelios

Lecturas del 3 de diciembre del 2023

Primer Domingo de Adviento

Lectionary: 2

Primera lectura

Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor;
ése es tu nombre desde siempre.
¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus
mandamientos
y dejas endurecer nuestro corazón
hasta el punto de no temerte?
Vuélvete, por amor a tus siervos,
a las tribus que son tu heredad.
Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia.

Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás
que otro Dios, fuera de ti,
hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él.
Tú sales al encuentro
del que practica alegremente la justicia
y no pierde de vista tus mandamientos.

Estabas airado porque nosotros pecábamos
y te éramos siempre rebeldes.
Todos éramos impuros
y nuestra justicia era como trapo asqueroso;
todos estábamos marchitos, como las hojas,
y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.

Nadie invocaba tu nombre
nadie se levantaba para refugiarse en ti,
porque nos ocultabas tu rostro
y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre;
nosotros somos el barro y tú el alfarero;
todos somos hechura de tus manos.

Salmo Responsorial

Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19

R. (4) Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel,
tú, que estás rodeado de querubines,
manifiéstate,
despierta tu poder y ven a salvarnos.
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos:
mira tu viña y visítala,
protege la cepa plantada por tu mano,
el renuevo que tú mismo cultivaste.
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste,
al hombre que has fortalecido.
Ya no nos alejaremos de ti;
consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
R. Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Segunda lectura

1 Co 1, 3-9

Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.

Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don, ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.

Aclamación antes del Evangelio

Sal 84, 8

R. Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
R. Aleluya, aleluya.

Evangelio

Mc 13, 33-37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Reflexión

El pasaje del Evangelio según San Marcos, capítulo 13, versículos del 33 al 37, nos invita a una profunda reflexión sobre la vigilancia y la preparación espiritual. En estas palabras, Jesús nos llama a estar siempre alertas, esperando su regreso con la parábola del hombre que deja su casa bajo el cuidado de sus siervos. Este mensaje es una metáfora rica en significado, que nos interpela tanto a nivel personal como comunitario.

Jesús, con su exhortación a estar alerta, nos recuerda la importancia de vivir con un sentido de propósito y conciencia. En un mundo donde las distracciones son constantes y donde el ajetreo diario a menudo nos consume, es fácil perder de vista lo esencial de nuestra fe. Este pasaje nos desafía a mantenernos enfocados en lo que verdaderamente importa, a vivir cada día con la expectativa de algo mayor que nosotros mismos.

Además, el llamado a la vigilancia es también un llamado a la responsabilidad. Cada uno de nosotros tiene un rol que desempeñar en la vida de fe. Así como los siervos en la parábola tenían cada uno su tarea, nosotros también estamos llamados a servir y a contribuir a la construcción del Reino de Dios aquí en la Tierra. Esto implica no solo estar atentos a nuestra vida espiritual personal, sino también ser conscientes de las necesidades de los demás, actuando con compasión y justicia.

El contexto de este pasaje también es importante. Jesús lo comparte como parte de su enseñanza sobre los tiempos finales. En este sentido, las palabras de Jesús no deben ser interpretadas como un mensaje de miedo o fatalismo, sino como una invitación a vivir con esperanza y confianza. No sabemos cuándo será el regreso de Cristo, pero esta incertidumbre no debe llevarnos a la ansiedad, sino a una mayor confianza en Dios y a un compromiso renovado con nuestra fe.

La enseñanza de Jesús en este pasaje también nos insta a reflexionar sobre cómo nuestras acciones diarias reflejan nuestra espera del Señor. ¿Vivimos de una manera que refleja nuestra fe y nuestras creencias? ¿Cómo podemos ser más conscientes de las formas en que podemos servir a Dios y a los demás en nuestra vida cotidiana? Estas preguntas son fundamentales para llevar una vida de vigilancia activa y fe viva.

Además, este pasaje nos recuerda que la espera activa no es una espera pasiva. No es simplemente sentarse y esperar que ocurran eventos futuros, sino participar activamente en el presente, haciendo la voluntad de Dios y extendiendo su amor y gracia a los demás. En este sentido, la vigilancia es una acción dinámica, una forma de vivir que impregna todos los aspectos de nuestra existencia.

El evangelio San Marcos 13, 33-37 nos ofrece una enseñanza poderosa sobre la importancia de estar alerta y preparados, no solo para el regreso de Cristo, sino también para vivir cada día de acuerdo con los principios de nuestra fe. Nos desafía a ser siervos fieles, atentos y activos, que trabajan por el bien del Reino de Dios en cada momento de nuestras vidas. Este pasaje es una invitación a vivir con un sentido de propósito y esperanza, manteniendo nuestros corazones y mentes enfocados en lo eterno, mientras navegamos por los desafíos y alegrías de la vida cotidiana.

Otra Reflexión

Hoy, al iniciar un nuevo año litúrgico en este Primer Domingo de Adviento, las lecturas nos llaman a prepararnos activamente para la venida del Señor, manteniéndonos despiertos en medio de un mundo adormecido.

El adviento es un tiempo de vigilante espera, de vela encendida en la noche, aguardando la llegada de El Salvador que viene a nuestro encuentro. Y en el evangelio de este domingo, Jesús nos exhorta a esa espera activa.

En este pasaje, Jesús nos invita a estar alertas, como un portero que vigila la entrada de una casa para evitar que se introduzca algún intruso. Nos pide que estemos siempre despiertos y atentos a su regreso.

Y es que Jesús sabía que muchos se adormecerían espiritualmente mientras esperaban su vuelta. Como cuando esperamos a una visita que se demora y nos invade un sueño difícil de resistir. ¡Cuántas veces claudicamos al sueño en la oración por descuido o agotamiento!

Jesús no nos reveló la fecha de su retorno precisamente para mantenernos alertas cada día. Porque el Reino comienza aquí y ahora, construyéndolo con nuestras buenas obras de amor fraterno. El premio llegará al final, cuando el Señor vuelva como ladrón en la noche y nos encuentre, ojalá, con la lámpara encendida.

Mantengamos viva la esperanza mediante la plegaria confiada, los sacramentos, las buenas lecturas y las obras de misericordia. Que ningún letargo adormezca nuestro corazón, pues el novio puede llegar en el momento menos pensado.

No es fácil, lo sabemos. Observen si no a los apóstoles del huerto, que no pudieron velar ni una hora con Jesús. ¡Cuánto más nosotros con nuestras familias, empleos y tareas! Por eso hemos de animarnos unos a otros, como los porteros del templo que se turnaban el servicio para no decaer.

Jesús no nos pide imposibles. Conoce nuestra condición humana y nuestras luchas internas. Quiere hijos vigilantes, no escudriñando obsesivamente el horizonte por si aparece. Basta con que vivamos cada momento presente con fe y caridad, construyendo un mundo más fraterno.

Esa es la mejor forma de prepararse para el Regreso del Señor. No durmiéndonos en los laureles del pasado o las comodidades mundanas, sino trabajando activamente por la justicia y la paz. Amando a cada prójimo como a nosotros mismos, especialmente a los más necesitados.

Si vivimos así, despiertos en el amor de Cristo, su retorno no nos pillará desprevenidos. Más bien nos llenará de gozo al hallarnos en vela, con la lámpara encendida, listos para entrar al gran banquete de bodas del Cordero. ¡Mantengámonos alertas, pues! El Señor está cerca.




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