Lecturas del 28 de noviembre del 2023
Martes de la XXXIV semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 504
Primera lectura
En aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor: “Tú, rey, has tenido esta visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro.
Tú la estabas mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó toda la tierra.
Este fue tu sueño y ahora te lo voy a interpretar. Tú, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino y el poder, el dominio y la gloria, pues te ha dado poder sobre todos los hombres, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.
Después de ti surgirá un reino de plata, menos poderoso que el tuyo. Después vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará toda la tierra. Y habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; así como el hierro destroza y machaca todo, así él destrozará y aplastará a todos.
Los pies y los dedos de hierro mezclado con barro que viste, representan un reino dividido; tendrá algo de la solidez del hierro, porque viste el hierro mezclado con el barro. Los dedos de los pies, de hierro y de barro, significan un reino al mismo tiempo poderoso y débil. Y el hierro mezclado con el barro quiere decir que los linajes se mezclarán, pero no llegarán a fundirse, de la misma manera que el hierro no se mezcla con el barro.
En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni dominado por ninguna otra nación. Destruirá y aniquilará a todos estos reinos y él durará para siempre. Eso significa la piedra que has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, y que redujo a polvo el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.
El Dios grande ha manifestado al rey lo que va a suceder. El sueño es verdadero, y su interpretación, digna de crédito”.
Salmo Responsorial
R. (59b) Bendito seas para siempre, Señor.
Todas sus obras, bendigan al Señor.
Todos sus ángeles, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Cielos, bendigan al Señor.
Todas las aguas del cielo, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Todos sus ejércitos, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Sé fiel hasta la muerte
y te daré como premio la vida, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.
Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”
Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.
Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.
Reflexión
El pasaje de Lucas 21:5-11, situado en el contexto de los discursos apocalípticos, nos muestra a Jesús respondiendo a las inquietudes de sus discípulos sobre el futuro. La enseñanza se centra en el templo de Jerusalén, símbolo de solidez y belleza, pero cuyo destino final es la destrucción. Jesús utiliza esta imagen para hablar de eventos futuros y del fin de los tiempos.
La advertencia de Jesús sobre la destrucción del templo va más allá de una mera predicción arquitectónica o histórica. Representa el fin de una era y el inicio de una nueva. El énfasis en que “no quedará piedra sobre piedra” subraya la transformación radical que ocurrirá. Este cambio simboliza la transición de lo antiguo a lo nuevo, de las estructuras temporales a las realidades espirituales eternas.
Los discípulos, preocupados por señales y tiempos, preguntan cuándo sucederá esto. La respuesta de Jesús es una exhortación a la vigilancia y al discernimiento. Advierte sobre los falsos mesías y los engaños, recordándoles que su fe no debe estar basada en eventos externos o en figuras carismáticas que reclamen falsamente ser el Mesías. Esta advertencia es vital en un período en el que los engaños doctrinales y líderes pueden desviar fácilmente a los creyentes de la verdad.
Jesús también habla de guerras, revoluciones, terremotos, epidemias y hambre. Estos eventos, aunque perturbadores, son presentados no como indicadores definitivos del fin, sino como parte de la realidad de un mundo caído. Jesús insta a sus seguidores a no dejarse dominar por el miedo ante estos sucesos, recordándoles que la consumación final está en manos de Dios.
La enseñanza de Jesús en este pasaje es profundamente relevante para nuestro tiempo. Vivimos en una era de cambios rápidos , conflictos, desastres naturales y crisis globales. La tentación de ceder al miedo o al engaño es grande. Sin embargo, Jesús nos llama a permanecer firmes en la fe, centrados en Dios y no en las circunstancias que nos rodean.
Este pasaje también nos invita a reflexionar sobre la impermanencia de las estructuras y sistemas humanos. La destrucción del templo simboliza el fin de lo que se considera seguro y permanente. Nos enseña a centrar nuestra esperanza y seguridad no en las realidades temporales, sino en lo eterno.
Lucas 21:5-11 nos ofrece una perspectiva espiritual ante los eventos tumultuosos del mundo. Nos llama a la vigilancia, al discernimiento y a una fe inquebrantable en Dios, más allá de las crisis y cambios. En un período lleno de dudas y preocupaciones, esta enseñanza nos anima a enfocar nuestra vida y nuestra esperanza en la promesa de Dios y en su reino eterno, recordándonos que, a pesar de las turbulencias, Dios sigue siendo soberano y fiel.
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