Lecturas del día 7 de Octubre de 2023
Primera lectura
tú que llevas el nombre de Israel.
Ustedes fueron vendidos a los paganos,
pero no para ser destruidos;
por haber provocado la ira de Dios
fueron entregados a sus enemigos.
Provocaron la indignación de su Creador,
ofreciendo sacrificios a los ídolos y no a Dios;
han olvidado al Dios eterno, que los alimentó,
y han entristecido a Jerusalén, que los crió.
Cuando Jerusalén vio venir sobre ustedes la ira de Dios, dijo:
‘Escuchen, ciudades vecinas de Sión:
Dios ha mandado sobre mí una gran desgracia:
he visto que desterraban a mi pueblo, a mis hijos e hijas,
por orden del Eterno.
Yo los había criado con júbilo
y los he dejado partir con llanto.
Que nadie vuelva a alegrarse conmigo,
porque soy viuda y estoy abandonada.
Por los pecados de mis hijos me encuentro sola,
pues se apartaron de la ley de Dios’.
Pero tengan ánimo, hijos míos, e invoquen al Señor,
porque el que les envió estas desgracias se acordará de ustedes.
Así como un día se empeñaron en alejarse de Dios,
así vuélvanse ahora a él y búsquenlo con mucho mayor empeño,
pues el que les mandó todas estas desgracias
les dará también con su salvación la eterna alegría”.
Salmo Responsorial
Se alegarán al ver al Señor los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado.
R. El Señor jamás desoye al pobre.
Ciertamente el Señor salvará a Sión,
reconstruirá a Judá;
la heredarán los hijos de sus siervos,
quienes aman a Dios la habitarán.
R. El Señor jamás desoye al pobre.
Aclamación antes del Evangelio
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.
Evangelio
Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.
En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.
Reflexión
El Señor puso su morada entre nosotros
El Profeta Zacarías motiva al pueblo a celebrar con mucha alegría el hecho de que el Señor quiera morar en medio de él, y que lo haga a título personal, eligiéndolo como su morada. Dios habita en medio de su pueblo mediante su palabra, sus acciones salvíficas a lo largo de la historia, pero de manera excepcional en la persona de su Hijo.
La comunidad creyente celebra en la acción litúrgica la presencia del Señor en medio de ella a través de la Palabra y de la Eucaristía. Esta acción litúrgica debe estar marcada por la alegría del encuentro con el Señor en medio de ella y de su palabra que se deja oír mediante los textos de la Sagrada Escritura.
María ha sido ese modelo de alegría ante la acción de Dios en ella y por medio de ella, así como modelo de escucha atenta y dispuesta a cumplir su voluntad.
La favorecida de Dios
Cuando el ángel dice a María “El Señor está contigo”, no le expresa un simple deseo, la felicita porque es una realidad que el Señor, con todo su amor y su poder está realmente con ella.
A nosotros nos dice, “es té”. Dios quiere estar con cada uno de sus hijos e hijas. Pero el que efectivamente esté con cada uno de nosotros, eso depende de cada uno. Dios no fuerza la puerta de nuestro corazón. Dios llama a la puerta. Él entra y se queda con nosotros. Como dice el Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno me abre entraré y cenaremos juntos”.
Por desgracias, muchos no oirán siquiera la llamada del Señor, porque hay mucho ruido a su alrededor y también dentro de su corazón.
Nosotros estemos atentos para poder abrirle en cuanto llame, como hizo siempre María.
Que nuestra Madre del Rosario nos lleve de la mano hasta Jesús, Vida y Esperanza nuestra.
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