septiembre 18, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 25 de setiembre de 2023

Primera lectura

Esd 1, 1-6
El año primero del reinado de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por boca del profeta Jeremías, movió a Ciro a proclamar de palabra y por escrito en todo su reino este decreto:

“Esto dice Ciro, rey de Persia: ‘El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado edificarle un templo en Jerusalén de Judá. Los que pertenezcan al pueblo del Señor, que vayan a Jerusalén de Judá, para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, que habita en Jerusalén. Y que Dios los acompañe. La gente del lugar proporcionará a todos los judíos sobrevivientes, dondequiera que residan, oro, plata, utensilios y ganado, además de las ofrendas que quieran hacer voluntariamente para el templo de Dios, que está en Jerusalén'”.

Entonces se pusieron en marcha los jefes de familia de las tribus de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron movidos por Dios para ir a reconstruir el templo del Señor en Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: oro, plata, utensilios, ganado y objetos preciosos, además de las ofrendas voluntarias.

Salmo Responsorial

Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

R. (3a) Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca,
ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
cambia también ahora nuestra suerte, Señor.
y entre gritos de júbilo
cosecharán aquellos que siembran con dolor.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iba llorando, cargando la semilla;
al regresar, cantando, vendrán con sus gavillas.
R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 5, 16
R. Aleluya, aleluya.
Que brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor,
para que viendo las obras buenas que ustedes hacen,
den gloria a su Padre, que está en los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 8, 16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público.

Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Reedificar el Templo del Señor

En este inicio del Libro de Esdras, se relata la reconstrucción del Templo de Jerusalén a la vuelta del destierro de Babilonia. Se pide ayuda material “a todos los judíos supervivientes, donde quieran que residan”. Bien está esta reedificación de este Templo tan importante para el pueblo judío, como nos lo demuestra una de las acusaciones contra Jesús ante el Sanedrín para condenarle a muerte: “Nosotros le hemos oído decir: yo destruiré este santuario hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas”. También Jesús se acercó con frecuencia al Templo para predicar: “enseñaba durante el día en el templo” (Lc 21,27). Bien está que nosotros, los cristianos, edifiquemos templos materiales para acercarnos a Dios, adorarle, darle culto, escucharle, hablarle, participar en la eucaristía… Pero sabemos, en primer lugar, que el verdadero Templo de Dios es Jesús, en quien “habita la plenitud de la divinidad”, a quien siempre tenemos a mano, estemos donde estemos. En segundo lugar,  todo en el cristianismo, incluida la acción litúrgica en nuestros templos, busca la edificación de los templos vivos, los templos del Espíritu Santo, que somos cada cristiano, y también la edificación de la comunidad de seguidores de Cristo, que es la iglesia.  Hay que darle lo suyo a cada uno de estos tres templos.

Para que los que entran tengan luz

Jesús emplea cosas de sentido común para aplicarlas después a “lo suyo”, a la proclamación del evangelio. Es de sentido común que nadie enciende un candil para ponerlo debajo de la cama, porque el candil, el portador de luz, está para alumbrar a los que entran en la casa. Pues eso mismo tenemos que hacer con la luz que es el evangelio. No la debemos guardar escondida, sino que la debemos hacer llegar a cuanta más gente mejor, para que no ande en tinieblas. Lo debemos hacer por dos caminos. Con nuestras palabras y con nuestras obras: “Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos”. Jesús nos regala su luz para que nosotros con ella iluminemos a nuestros hermanos. Siempre mejor la luz que la oscuridad.




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