septiembre 18, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 21 de setiembre de 2023

Primera lectura

Ef 4, 1-7. 11-13
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.

Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.

Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.

Salmo Responsorial

Salmo 18, 2-3. 4-5
R. (5a) El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Sin que pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido,
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Te Deum

R. Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 9, 9-13
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados

San Pablo comienza con una exhortación a los seguidores de Cristo, a aquellos que son llamados a implantar el Reino de Dios para que tomen conciencia de lo importante que es el seguimiento. Hay que ser coherentes. Aquellos que se han dejado seducir por la figura de Jesús, se les pide que tengan las mismas actitudes que tuvo el Maestro de Nazaret. Prolongar aquí en la tierra y en medio de los hermanos el rostro compasivo de Dios.

La vocación a la que habéis sido llamados exige un proceso de crecimiento, maduración. Antiguamente se denominaba «camino de perfección» el abrazar la vida religiosa y hoy día el llamamiento es a todos los bautizados «camino de santidad», en los distintos estados en los que se pueda encontrar la persona. De este modo, podremos alcanzar la plenitud de la persona, que es tomar la forma de Cristo: «cristificarnos». Eso nos va a llevar a vivir en coherencia y fidelidad nuestra fe, y, de este modo, humildad, amabilidad, comprensión, unidad, comunión, paz, hace que en la vida dejemos las mismas huellas de amor que dejó Jesús. Así, con ese testimonio se va construyendo, edificando, el «Cuerpo de Cristo», como armazón que sigue acogiendo, perdonando, abrazando, a una sociedad que tiene muchas heridas.

“Sígueme”. Él se levantó y lo siguió

Los textos que tratan sobre la llama nos hacen caer en la cuenta del proceso de transformación que experimenta aquella persona a la que Jesús llama a su seguimiento. Mateo, sentado en lo cotidiano de su vida. Rumiando la rutina. Sobre él caía la etiqueta de que no era buena persona, ya que, estaba de parte de un imperio que acosaba al pueblo judío. Lastras que caen sobre las personas y que difícilmente podemos llegar a quitar. Jesús, no se fija en eso, sino en el corazón. Precisamente, de esa situación, Jesús se vale para dar una enseñanza magistral al que por el contrario estaba en una situación de superioridad (fariseo). A los que llevan la etiqueta de buenos porque cumplen con lo prescrito por la ley. Pero ¿Qué hay realmente en el corazón de cada uno de estos grupos? ¿Quién puede querer más a Jesús?

Mateo hace su proceso, está abierto a lo que Jesús disponga de él. A la llamada le sigue la acción: «Levantarse». De lo que puedan pensar los demás, de la etiqueta, del rechazo que pueda generar esa persona, Jesús, lo transforma en un potencial. Sígueme, es decir, te ofrezco un futuro lleno de posibilidades, un horizonte que habla de plenitud, un trabajo a implantar el Reino. «Resucitar» de una situación que llega a ser extenuante, el rechazo y la habladuría continua, que mina a la persona, porque a lo mejor la vida no le ha abierto las mismas posibilidades que a otros que ahora se encuentran en una condición de jueces inmisericordes: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» La etiqueta pesa mucho, hace mal sobre la persona que recae. Jesús libera: «Ven conmigo».

El texto es realmente significativo en este aspecto. Jesús, viene con una enseñanza clara, quiere que aquellos que están «enfermos» a causa del pecado, de la dureza de su corazón, puedan entrar a comprender el sentido que tiene la vida según el evangelio. Este grupo que está en la casa, participando en la intimidad junto al Maestro, se sienten superiores a los demás, mejores, con «derecho a». Con una conciencia moral por encima del resto de los convidados. Desprecian a otros y no están dispuestos a que participen de la gracia que toca en suerte a los hijos de Dios. Como si se tratase de un reducto, a los que se les cuelga la etiqueta, y que ya no se puede hacer ni esperar nada de estas personas.

Sin embargo, estos fariseos, que se consideran de una talla superior, son los que de alguna manera están llamados al cambio, a abrirse y descubrir el proyecto de un Dios que tiene entrañas de compasión. No comprenden en lenguaje de Jesús, son los del corazón embotado por un ego y orgullo un tanto desacerbado, eso les lleva a que en su vivencia de la fe sea: «Tienen ojos y no ven» (Sal 115,5). Hay una experiencia religiosa que no han sabido encauzar para dejarse del rigorismo de la ley y abrirse a un Dios que es auxilio, que te acompaña en el vivir cotidiano. Ahí reside la fuerza de esa llamada de Jesús a despertar, ya que no han comprendido, que el Mesías sea capaz de convocarlos a una mesa como hermanos y que Dios tenga entrañas de misericordia.

La llamada a trabajar en el Reino de Dios no es a cumplir la ley a rajatabla, sino a tener esos sentimientos que tiene el Mismo Jesús: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2,5). Que se abaja y que busca la voluntad de Dios en su vida, que entiende el gran regalo y el don de tener a Dios como «Abba», y eso te lleva a ser hermano del que está excluido. De este modo, brota la misericordia, al percibir en tu propia historia personal la mirada de un Dios que te busca con un amor incondicional y te invita a que vivas desde esa dinámica de regalar lo que de Él recibes cada día gratis. Así cobra sentido el «ven y sígueme» que no se apoya en la fragilidad humana sino en la Gracia del que llama y potencia para el seguimiento.




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