Lecturas del día 24 de Julio de 2023
Primera lectura
El Señor endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, para que persiguiera a los hijos de Israel, mientras éstos se alejaban jubilosos. Los egipcios los persiguieron con todo un ejército de caballos, carros y guerreros, y les dieron alcance, mientras acampaban junto al mar, cerca de Pi-ha-Jirot, frente a Baal-Sefón.
Al acercarse el faraón, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios los perseguían, tuvieron miedo, clamaron al Señor y le dijeron a Moisés: “¿Acaso no había sepulturas en Egipto, para que nos trajeras a morir en el desierto? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿No te dijimos claramente allá: ‘Déjanos en paz; queremos servir a los egipcios’? Pues más vale servir a los egipcios que morir en el desierto”.
Moisés le contestó al pueblo: “No teman; permanezcan firmes y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy. Los egipcios que ven ahora, no los volverán a ver nunca. El Señor peleará por ustedes, y ustedes no tendrán que preocuparse por nada”.
Entonces el Señor le dijo a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor”.
Salmo Responsorial
R. (1b) Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria:
caballos y jinetes arrojó en el mar.
Mi fortaleza y mi canto es el Señor,
él es mi salvación;
él es mi Dios, y yo lo alabaré,
es el Dios de mis padres, y yo lo cantaré.
R. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor.
Precipitó en el mar los carros del faraón
y a sus guerreros;
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
R. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
Las olas los cubrieron,
cayeron hasta el fondo, como piedras.
Señor, tu diestra brilla por su fuerza,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
R. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.
Aclamación antes del Evangelio
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón”.
R. Aleluya.
Evangelio
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón”.
Reflexión
Nos has traído a morir en el desierto
Después de cuatrocientos treinta años, los israelitas salieron de la esclavitud de Egipto, logrando su liberación. Cuando el faraón y su corte se dieron cuenta de esa marcha, reunieron a sus tropas para perseguir y dar alcance a los israelitas, que al verse en peligro por la cercanía de los egipcios claman contra Yahvé, pues fue Yahvé por mediación de Moisés, quien sacó al pueblo judío, a su pueblo, del país de Egipto. “Nos has traído a morir en el desierto; ¿qué es lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? Déjanos en paz y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto”. Pero sabemos que la liberación judía tuvo un final feliz.
Las quejas contra Dios son una constante en el cristianismo. Vemos que el mismo Jesús que quejó a su Padre ante su injusta muerte: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. Y muchos cristianos se han quejado, y se siguen quejando, a nuestro Dios a lo largo de la historia. Piensan que siguiéndole a Él y a sus indicaciones les va mal en la vida.
Pero a poco que reflexionemos y vivamos todos nuestros acontecimientos, sabemos que aunque tengamos momentos duros y desconcertantes en nuestra vida, Dios nunca nos abandona. No nos puede abandonar porque es nuestro Padre. Y Él y su Hijo Jesús, siempre están con nosotros, ofreciéndonos su amor y su ayuda en esa vida terrena antes de darnos la felicidad total prometida después de nuestra muerte. “No os dejaré huérfanos…Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”.
Queremos ver un milagro tuyo
Los letrados y fariseos del evangelio de hoy saben que Jesús ha realizado diversos milagros ante mucha gente. Pero eso no les es suficiente y le piden un milagro en el que ellos estén presentes y lo vean de cerca.
Y Jesús les comunica que van a poder presenciar el signo del profeta Jonás. Es decir, el signo de la resurrección del Hijo del Hombre después de estar enterrado tres días y tres noches. Y alude también y les reprocha que los hombres de Nínive se convirtieron con la predicación de Jonás y ellos no son capaces de convertirse ante la predicación de Jesús que “es más grande que Jonás”.
Nos encontramos ante el misterio de la creencia y de la increencia. Vemos que unas personas ante las palabras y signos de Jesús le aceptan y le siguen, y otras, ante esas mismas palabras y signos le rechazan. Da la impresión de que estos tienen cerradas las puertas de su corazón y no dejan que Jesús entre y se adueñe de él. Estamos ante un auténtico misterio.
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