El Papa Francisco invita nuevamente a no perder la dimensión amateur del deporte
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
Para el Papa Francisco, reunirse con un club de fútbol gallego evoca tantas experiencias que como argentino vivió en su propia carne. Lo contó él mismo en su discurso al recibir, en la mañana de este lunes 10 de julio, a los directivos y futbolistas del Real Club Celta, de Vigo, ciudad de la costa noroeste de España. El equipo está celebrando el primer centenario de su fundación.
El Pontífice recordó que muchas veces repitió que el deporte es motivo y ocasión para redescubrir y fomentar muchos valores de nuestra sociedad. El Santo Padre hizo presente que los colores de la camiseta del cuadro son los de la Virgen Inmaculada y también los de la camiseta argentina, “casi como si nuestra Madre se hubiese querido engarzar entre las dos orillas de este gran océano que más que separarnos, nos ha unido para que no la olvidemos”, acotó.
Francisco comentó que Don Carlos Mouriño Atares, el Presidente del club, le decía, en una carta, que también él tuvo que cruzar el Atlántico para formar una familia; como tantos otros, seguramente contempló en la lejanía esa bandera blanquiceleste que desde la capitanía del puerto de la Coruña los despedía. “Y esta es la historia de tantos migrantes que llegaron a Argentina”, agregó espontáneamente, apartándose del texto escrito.
“Un pedacito de su corazón quedó allí esperándolo. No fue el único que lo dejó, y de alguna manera podríamos decir que el corazón de la humanidad está conformado por todos esos pedazos que quedándose y yéndose nos recuerdan en lo más íntimo que estamos todos unidos; que somos todos peregrinos en este tempestuoso mar de la existencia”. “Bueno, a veces no es tan tempestuoso”, puntualizó.
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