El Papa Francisco nos dice: Tantos conflictos podrían resolverse si nos escucháramos con respeto
Vatican News
“Cuando hay que tomar una decisión importante, viene bien sobre todo rezar, invocar al Espíritu, pero después escuchar y dialogar” porque cada uno “incluso el más pequeño” tiene “un don profético que compartir”. El Papa Francisco rezó el Ángelus al mediodía asomado a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano, acompañado de los fieles y peregrinos que se reunieron en la Plaza de San Pedro. Antes de la oración mariana, como es habitual, realizó su comentario sobre el Evangelio del día, hoy, Mateo 10 versículos del 37 al 42. Así introdujo su reflexión:
En el Evangelio de hoy Jesús dice: «El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta» (Mt 10,41). Tres veces la palabra “profeta”. Pero, ¿quién es el profeta? Hay quien lo imagina como una especie de mago que predice el futuro; esta es una idea supersticiosa y el cristiano no cree en las supersticiones, como la magia, las cartas, los horóscopos o cosas similares. Pero…entre paréntesis, tantos, tantos cristianos van a hacerse leer las manos… por favor… Otros pintan al profeta solo como un personaje del pasado, que existió antes de Cristo para preanunciar su llegada. Y Jesús mismo hoy habla de la necesidad de acoger a los profetas; por lo tanto, existen todavía, pero, ¿quiénes son? ¿Quiénes son los profetas? ¿Quién es el profeta?
El profeta es un signo vivo que muestra a Dios a los demás
Cada uno de nosotros es profeta, explicó seguidamente el Pontífice, porque, de hecho, “con el Bautismo todos recibimos el don y la misión de la profecía”. Y más precisamente, es profeta “aquel que, en virtud del Bautismo, ayuda a los demás a leer el presente bajo la acción del Espíritu Santo, a comprender los proyectos de Dios y a corresponderlos”, quien “muestra a los demás a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a construir el mañana según sus planes”. Es muy importante, subrayó el Papa, leer el presente “no como una crónica” sino leerlo “como iluminado y bajo la acción del Espíritu Santo”.
Por lo tanto, todos somos profetas, testigos de Jesús «para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social» (Lumen Gentium, 35). El profeta es un signo vivo que muestra a Dios a los demás, un reflejo de la luz de Cristo en el camino de los hermanos. Y entonces, podemos preguntarnos: Yo, que fui “elegido profeta” en el Bautismo, ¿hablo y, sobre todo, vivo como testigo de Jesús? ¿Llevo un poco de su luz a la vida de alguien? ¿Me interrogo sobre esto? ¿Me pregunto cómo va mi testimonio, mi profecía?
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