En Costa Rica hay Parroquia agrícola en Puriscal cosecha esperanza
El Padre Henry Noé se levanta a las 4 a.m., reza y se va a la huerta a mantener sus cultivos. A las 8 a.m. ya está atendiendo en la Oficina Parroquial.
La jornada del Pbro. Henry Noé Montero empieza a las 4:00 a.m. Se levanta, reza la Liturgia de las Horas y se va a trabajar a la huerta. Regresa antes de las 8:00 a.m. para desayunar y atender la oficina parroquial, ya que la parroquia a su cargo, San Isidro Labrador, en La Gloria de Puriscal, no cuenta con los recursos para pagar una secretaria.
Plátano, guinea, yuca, malanga, camote, cúrcuma, papaya, piña, plantas medicinales… Cosecha de todo un poco y según la época. Estos productos se venden y con esto se generan fondos para esta iglesia particular, dicho sea de paso, una de las más alejadas territorialmente y más necesitadas en términos económicos, de la Arquidiócesis de San José.
Los fines de semana, el Padre Henry se organiza con su vicario, el Padre César González, para turnarse y asistir a la Feria del Agricultor. Cargan el vehículo y salen a las 2:00 a.m. para Pavas, Barva de Heredia y otros lugares donde los invitan.
Este párroco explica que lo más importante es la labor pastoral, por lo tanto, debe haber muy buena coordinación y el cumplimiento fiel de una serie de horarios.
Señala que los vecinos de la comunidad se han llenado de ilusión y esperanza al ver cómo la parroquia ahora puede salir adelante con los pagos, e incluso brindarles algún tipo de ayuda económica o en especie, para alimentación o medicinas cuando alguno de sus miembros lo requiere.
El testimonio de esta comunidad es un extraordinario homenaje que la Iglesia en nuestro país puede darle al querido santo agricultor, San Isidro Labrador, cuyo Año Jubilar llega a su fin este 15 de mayo.
La Parroquia de La Gloria de Puriscal produce verduras, frutas, granos, snacks y otros productos. Con las ganancias cubre gastos y mejora su infraestructura. Para su párroco, el Pbro. Henry Noé Montero, ensuciarse con tierra es una forma de hablarle a las personas de Dios.
Un cura agricultor
Para entender cómo esta comunidad, en la Gloria de Puriscal, se convirtió en una “parroquia agrícola”, habría que primero contar sobre la historia del Padre Henry.
Nació en una familia de campesinos de Piedras Blancas de Tabarcia, cantón de Mora. Allí, desde muy pequeño aprendió a trabajar la tierra. Cuenta que terminó la escuela primaria y no continuó sus estudios precisamente para dedicarse a la agricultura con su familia. Había mucho trabajo y se necesitaban manos, recordó.
Mencionó que después de recibir el Sacramento de la Confirmación pasó mucho tiempo alejado de la Iglesia, hasta que un día, a sus 27 años de edad, comenzó a sentir un vacío interior y buscó respuestas.
Por entonces, poseía su terreno para cultivo, su camión, los fines de semana iba a la Feria del Agricultor en Rohrmoser, tenía proyectos de vida como casarse y tener hijos… Según cuenta, por obra y gracia de Dios, en su camino se encontró con los Misioneros Pequeños Hermanos de María. Así comenzó su acercamiento al Señor.
Luego vino el llamado a la vocación sacerdotal. Tras un proceso de discernimiento, quiso entonces entrar al Seminario. Pero antes tenía que cumplir un requisito: Obtener el bachillerato.
Tuvo que hacer un gran sacrificio. Trabajaba de sol a sol y por la noche sacaba tiempo para estudiar. Cuando había feria estudiaba durante la madrugada y, luego, servía en la parroquia.
Ganó el bachillerato. Era el momento de tomar la decisión de entrar al Seminario. Fue difícil, pues Henry era el principal proveedor de su hogar y por esos días su papá había sido diagnosticado con cáncer.
Su padre falleció y poco tiempo después su madre también fue diagnosticada con la misma enfermedad. “Probablemente este cáncer me lleve a la presencia de Dios, usted tiene que seguir con su vida”, fueron las palabras de ella.
A los 33 años de edad, entró al Seminario Introductorio. Su madre falleció cuando estaba por iniciar en el Seminario Nacional. El 8 de diciembre de 2017 fue ordenado presbítero.
El Padre Henry comenzó su servicio pastoral, pero la agricultura seguía presente en su vida. Estuvo en varias “parroquias de ciudad” y disfrutaba de su ministerio, pero echaba de menos el campo.
Incluso, cuando sirvió en la Parroquia de Santa Ana, en San José, le permitieron tener una pequeña huerta en el lugar donde iban a construir el salón parroquial.
Si usted desea comprar los productos de la Parroquia San Isidro Labrador o colaborar puede entrar en contacto al Whatsapp: 8871-3339. O escribir al correo: pgloriapuriscal@gmail.com. O llamar directamente al Padre Henry Noé al: 8722-9157.
Una parroquia agrícola
“Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del seno te consagré” (Jeremías 1, 5). El Padre Henry recuerda este versículo y agrega: “Dios primero me preparó para trabajar la tierra y luego me envió a la misión”.
Llegó a la Parroquia de La Gloria hace dos años y medio. Primero sirvió como vicario y luego pasó a ser párroco. Se había encontrado con una realidad muy particular, la situación económica y pastoral eran difíciles.
Esta parroquia tiene 22 comunidades alejadas entre sí. Para que usted se haga una idea, atiende pastoralmente hasta la comunidad de Guapinol, la cual pertenece civilmente al cantón de Parrita, provincia de Puntarenas.
Se trata de comunidades donde está muy presente la pobreza y las limitaciones. En Fila Negra de Turrubares, por ejemplo, no hay servicios básicos como electricidad o agua potable. Allí habitan unas 50 personas, hay una escuela unidocente y una capilla muy deteriorada.
“Algunas personas viven del jornal, como no es tiempo de cosecha no hay trabajo, algunos chapean dos días a la semana, les pagan 8 mil colones por día, es decir, sobreviven con 16 mil a la semana”, comentó el sacerdote.
El transporte público es prácticamente inexistente. Con el dinero que se obtiene en las colectas a veces no alcanza ni para pagar los servicios de la parroquia. Sumado a esto, hay pocos servidores, apenas unos cuantos grupos apostólicos, de catequistas y ministros, quienes además ya son adultos mayores.
De frente a toda esta realidad, el Padre Henry Noé decidió buscar alternativas. Anhelaba volver al campo y, a pesar de todo, sentía que este era el lugar perfecto para él. Aquí las tierras son muy buenas, pensó, así que rápidamente puso manos a la obra.
El párroco buscó dónde sembrar. Una familia le prestó una hectárea, un vecino otra y otro igual. Granos, frutas, plantas medicinales… Todo lo que producen es para vender y conseguir fondos para la parroquia.
En la búsqueda por diversificar y dar valor agregado, tanto el Padre Henry como el Padre César, producen snacks (platanitos y yucas fritos), que ellos mismos preparan y empaquetan. De hecho, en este momento buscan alguien que les done o les venda una máquina rebanadora venda a buen precio, pues en este momento todo lo hacen manualmente.
Pero también han creado bebidas embotelladas a base de piña, cúrcuma, sagú y otros ingredientes nutritivos. Incluso el Padre Henry busca vender productos medicinales en cápsulas y ha comenzado a preparar postres. “Dios me da facilidad para hacer esos cruces, y me dan resultado. A la gente le gusta”, contó.
La venta de todos estos productos ha servido para cubrir gastos y hasta para pagar deudas que la parroquia mantiene con la Curia Metropolitana. También ha servido para conseguir fondos con el fin de llevar a cabo mejoras en infraestructura.
Regresa la ilusión
“La tierra y el clima son muy aptos para cosechar”, asegura el párroco. También afirma que varios vecinos han seguido su ejemplo y han empezado también ellos a cultivar en algún pedacito de terreno.
El Padre Henry también destaca el apoyo recibido por otras parroquias de la Arquidiócesis, las cuales les compran productos o los invitan a participar en ferias. Añade que el Padre César tiene una gran habilidad para vender y conseguir nuevos clientes.
“La comunidad ve este esfuerzo. Para estas fiestas patronales hemos visto muy buena respuesta de la gente, nos han ayudado mucho. Nos ven como hormiguitas trabajando, jalando cajas, que déme, que tome… siento que todo esto ha devuelto la ilusión a las personas y las ha animado”, expresó el sacerdote.
El cura párroco lamenta que la gente haya abandonado tanto la agricultura. Son tiempos duros para el agro, pero, aun así, él ve posibilidades para salir adelante. “Si de riqueza se trata, creo que esta es la parroquia más rica de la Arquidiócesis, por el inmenso caudal de oportunidades que hay, solo es saber discernir y saber cómo hacerlo. Los vecinos piensan: “Si los padres lo hacen, nosotros también vamos a sembrar”, agregó.
Justamente, recordó que él notaba cómo se desperdiciaba la guinea, entonces comenzó a preguntarle a la gente si le permitía recogerla. “¿Para qué se lleva eso, Padre?”, le decían, “ya van a ver”, respondía. Entonces, él comenzó a procesar la guinea y a hacer snacks, que empaqueta y se venden en paquetes de 500 y 1000 colones.
“Cuando se nos acaba el plátano, procesamos guinea, a la gente hasta le gusta más el sabor. Me dijeron que aquí toda la vida eso se perdía. Pienso que son signos que pone Dios, para que ellos también se den cuenta que hay oportunidades, otras maneras de sacar provecho y otra forma de hacer las cosas”, manifestó.
El Padre Henry menciona que también es una manera en la que Dios se manifiesta cercano, “un Dios capaz de ensuciarse las manos con la misma tierra, de doblar la espalda bajo ese terrible sol, como ellos lo han hecho. Creo que todo esto es una forma de hablarles de Dios”, concluyó.
Fuente:ecocatolico.org
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