Mensaje de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar con ocasión del “Día de los Enamorados”
El día 14 de febrero fue conocido durante muchos años, siguiendo una antigua tradición, como el “Día de San Valentín”. En las últimas décadas, con la pretendida intención de exaltar el “amor” entre las parejas se ha llamado también el “Día de los enamorados” o “Día del amor y la amistad”.
Existen varias tradiciones que dan origen a esta celebración, pero aquella que más se acerca al cristianismo es la que señala que esta fiesta secular tiene como fuente la vida del mártir San Valentín de Terni o de Roma que, según la tradición, arriesgaba su vida para casar cristianamente a las parejas durante el tiempo de persecución, lo que le llevó a entregar su vida en el martirio como una manifestación máxima del amor. También fue un gran luchador por el matrimonio sacramentado y posiblemente de ahí derive su mención para referirse a los “enamorados.”
Aprovechamos este día, importante para todos aquellos que celebran el amor en el noviazgo y el amor en el matrimonio, para exaltar el valor humano y divino del amor conyugal de la pareja humana, creada a imagen y semejanza de Dios[1]. Recordando que el amor no es un sentimiento sino una decisión. Decisión que deben renovar diariamente y a cada momento las parejas que se aman, ya sean parejas de novios o matrimonios. El noviazgo es la ruta perfecta para hacer un discernimiento efectivo sobre la vocación al matrimonio y por eso la Iglesia busca apoyarlos con diferentes opciones para que fortalezcan su relación.[2] Este día se presenta como una hermosa oportunidad para que todo matrimonio rescate la fuerza del primer amor que los unió y que se presenta durante toda la vida conyugal como una vocación a la santidad.
Hoy queremos felicitar a todas esas parejas que llevan un noviazgo según el plan de Dios, haciendo un buen discernimiento sobre su futuro. Y por supuesto, también queremos felicitar a todos aquellos esposos que viven su matrimonio con un amor pleno y que se esfuerzan, en medio de las fragilidades, por permanecer fieles a su alianza conyugal; ellos son los mejores testigos de que el Sacramento del Matrimonio sigue valiendo la pena.
Encomendamos al auxilio de la Virgen María y a su esposo San José a todas las parejas, en noviazgo o matrimonio, para que por su intercesión alcancen del Señor la gracia de vivir a través del amor conyugal la alegría con la que Dios ha querido bendecir la pareja humana desde el principio.[3]
Monseñor Manuel Eugenio Salazar Mora
Obispo de la Diócesis de Tilarán-Liberia
Presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar
[1] Cfr. Gn 1, 26
[2] Cfr. AL 209
[3] Cfr. Gn 1, 28
Fuente:iglesiacr.org
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