El Papa: No desperdiciemos lo que tenemos, difundamos una ecología de justicia y caridad
En su reflexión dominical sobre el Ángelus, el Papa nos invita a aprender de los pobres de espíritu, que reconocen el bien que viene de Dios y atesoran lo que reciben y no lo desperdician. No somos bendecidos por lo que tenemos, sino por lo que somos, hay que difundir una ecología de justicia y caridad, y considerar a cada persona como un don sagrado y único
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
No desperdiciar: es lo que nos enseñan los pobres de espíritu, entre los que Jesús llama bienaventurados en la página del Evangelio de Mateo del cuarto domingo del tiempo ordinario. Francisco lo subrayó en el Ángelus, explicando que los pobres de espíritu son aquellos que “saben que no se bastan consigo mismos, que no son autosuficientes, y viven como ‘mendicantes de Dios’: se sienten necesitados de Él y reconocen que el bien viene de Él, como don, como gracia”. “Quien es pobre de espíritu”, de hecho, añade el Papa, “atesora lo que recibe”, por eso “desea que ningún don se desperdicie”. “Los pobres de espíritu tratan de no desperdiciar nada”. Y Jesús nos muestra la importancia de no desperdiciar, por ejemplo, cuando “después de la multiplicación de los panes y los peces”, pide que se recoja la comida que sobra para que nada se pierda”.
No desperdiciar nos permite apreciar el valor de nosotros mismos, de las personas y de las cosas. Pero lamentablemente es un principio a menudo desatendido, sobre todo en las sociedades más ricas, en las que domina la cultura del derroche y la cultura del descarte: las dos son una peste. Quisiera proponeros tres desafíos contra la mentalidad del desperdicio y del descarte.
Los desafíos contra el desperdicio
Y “contra la mentalidad del derroche” Francisco propone tres desafíos: “no desperdiciar el don que nosotros somos”, “no desperdiciar los dones que tenemos” y “no descartar a las personas”.
Cada uno de nosotros es un bien, independientemente de las cualidades que tiene. Cada mujer, cada hombre es rico no solo de talentos, sino de dignidad, es amado por Dios, vale, es valioso. Jesús nos recuerda que somos bienaventurados no por lo que tenemos, sino por lo que somos.
Se trata, dice el Pap, de cuando una persona “se deja ir y se tira, desperdiciándose a sí misma”. Es necesario entonces luchar, con la ayuda de Dios, “contra la tentación de considerarnos inadecuados, equivocados y de compadecernos de nosotros mismos”.
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