Lecturas del día 19 de Setiembre de 2022
Primera lectura
si lo puedes hacer.
Si le puedes dar ahora a tu prójimo lo que te pide,
no le digas: “Vete y vuelve mañana”.
No pienses en hacerle daño a tu prójimo,
que ha puesto su confianza en ti.
Con nadie entables pleito sin motivo,
si no te ha hecho ningún daño.
No envidies al hombre malvado
ni imites nunca sus acciones,
porque el Señor aborrece a los perversos
y es amigo del hombre justo.
El Señor maldice la casa del malvado
y llena de bendiciones la del justo.
El Señor se burla de aquellos que se burlan
y con los humildes se muestra bondadoso.
Los sensatos recibirán honores
y los insensatos, ignominia.
Salmo Responsorial
R. (1b) ¿Quién será grato a tus ojos Señor?
El hombre que procede honradamente
y obra con justicia;
el que es sincero en todas sus palabras
y con su lengua a nadie desprestigia.
R. ¿Quién será grato a tus ojos Señor?
Quien no hace mal al prójimo
ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados,
pero honra a quienes teme al Altísimo.
R. ¿Quién será grato a tus ojos Señor?
Quien presta sin usura
y quien no acepta sobornos en perjuicio de inocentes,
ése será agradable
a los ojos de Dios eternamente.
R. ¿Quién será grato a tus ojos Señor?
Aclamación antes del Evangelio
Que brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor,
para que viendo las obras buenas que ustedes hacen,
den gloria a su Padre, que está en los cielos.
R. Aleluya.
Evangelio
Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener”.
Reflexión
Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.
¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(…) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).
Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.
En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).
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