Lecturas del día 18 de Julio de 2022
Primera lectura
Escuchen lo que dice el Señor:
“Levántate; llama a juicio a los montes,
que las colinas escuchen tu voz.
Escuchen, montes, el juicio del Señor,
pongan atención, cimientos de la tierra:
el Señor entabla juicio contra su pueblo,
presenta sus quejas contra Israel.
Pueblo mío, ¿qué mal te he causado
o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.
Con la ayuda de Moisés, Aarón y María,
yo te saqué de Egipto y te libré de la esclavitud’’.
¿Qué cosa digna le ofreceré al Señor,
postrado ante el Dios del cielo?
¿Le ofreceré en holocausto becerros de un año?
¿Aceptará el Señor un millar de carneros
o diez mil ríos de aceite?
¿En expiación por mis culpas le ofreceré a mi primogénito,
al fruto de mis entrañas, por mi pecado?
Hombre, ya te he explicado lo que es bueno,
lo que el Señor desea de ti:
que practiques la justicia y ames la lealtad
y que seas humilde con tu Dios.
Salmo Responsorial
R. (23b) Dios salva al que cumple su voluntad.
Congreguen ante mí a los que sellaron
sobre el altar mi alianza.
Es Dios quien va a juzgar
y el cielo mismo lo declara. R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
No voy a reclamarte sacrificios,
pues siempre están ante mí tus holocaustos.
Pero ya no aceptaré becerros de tu casa,
ni cabritos de tus rebaños. R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
¿Por qué citas mis preceptos
y hablas a toda hora de mi pacto,
tú, que detestas la obediencia
y echas en saco roto mis mandatos? R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
Tú haces esto, ¿y yo tengo que callarme?
¿Crees acaso que yo soy como tú?
Quien las gracias me da, ése me honra
y yo salvaré al que cumple mi voluntad. R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón”.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos: “Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa”. El les respondió: “Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón’’.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hoy, Jesús es puesto a prueba por «algunos escribas y fariseos» (Mt 12,38; cf. Mc 10,12), que se sienten amenazados por la persona de Jesús, no por razones de fe, sino de poder. Con miedo a perder su poder, procuran desacreditar a Jesús, provocándolo. Estos “algunos” muchas veces somos nosotros mismos, cuando nos dejamos llevar por nuestros egoísmos e intereses individuales. O también cuando miramos a la Iglesia como una realidad meramente humana y no como un proyecto del amor de Dios hacia cada uno de nosotros.
La respuesta de Jesús es clara: «Ninguna señal les será dada» (cf. Mt 12,39), no por miedo, sino para enfatizar y recordar que las “señales” son la relación de comunicación y amor entre Dios y la humanidad; no se trata de una relación de intereses y poderes individuales. Jesús recuerda que hay muchas señales dadas por Dios; y que no es provocándole o chantajeándole como se consigue llegar a Él.
Jesús es la señal más grande. En este día la Palabra es una invitación para que cada uno de nosotros comprenda, con humildad, que sólo un corazón convertido, vuelto hacia Dios, puede acoger, interpretar y ver esta señal que es Jesús. La humildad es la realidad que nos acerca no solamente a Dios, sino también a la humanidad. Por la humildad reconocemos nuestras limitaciones y virtudes, pero sobre todo vemos a los otros como hermanos y a Dios como Padre.
Como nos recordaba el Papa Francisco, «¡El Señor es verdaderamente paciente con nosotros! No se cansa nunca de recomenzar desde el inicio cada vez que nosotros caemos». Por eso, a pesar de nuestras faltas y provocaciones, el Señor está con los brazos abiertos para acoger y recomenzar. Procuremos, por tanto, que nuestra vida, y hoy en particular, esta palabra se haga realidad en nosotros. La alegría del cristiano está en ser reconocido por el amor que se ve en su vida, amor que brota de Jesús.
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