Lecturas del día 5 de Mayo de 2022
Primera Lectura
En aquellos días, un ángel del Señor le dijo a Felipe: “Levántate y toma el camino del sur, que va de Jerusalén a Gaza y que es poco transitado”. Felipe se puso en camino. Y sucedió que un etíope, alto funcionario de Candaces, reina de Etiopía, y administrador de sus tesoros, que había venido a Jerusalén para adorar a Dios, regresaba en su carro, leyendo al profeta Isaías.
Entonces el Espíritu le dijo a Felipe: “Acércate y camina junto a ese carro”. Corrió Felipe, y oyendo que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?” Él le contestó: “¿Cómo voy a entenderlo, si nadie me lo explica?” Entonces invitó a Felipe a subir y a sentarse junto a él.
El pasaje de la Escritura que estaba leyendo, era éste: Como oveja fue llevado a la muerte; como cordero que no se queja frente al que lo trasquila, así él no abrió la boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, puesto que su vida ha sido arrancada de la tierra?
El etíope le preguntó a Felipe: “Dime, por favor: ¿De quién dice esto el profeta, de sí mismo o de otro?” Felipe comenzó a hablarle y partiendo de aquel pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. Siguieron adelante, llegaron a un sitio donde había agua y dijo el etíope: “Aquí hay agua. ¿Hay alguna dificultad para que me bautices?” Felipe le contestó: “Ninguna, si crees de todo corazón”. Respondió el etíope: “Creo que Jesús es el Hijo de Dios”. Mandó parar el carro, bajaron los dos al agua y Felipe lo bautizó.
Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El etíope ya no lo vio más y prosiguió su viaje, lleno de alegría. En cuanto a Felipe, se encontró en la ciudad de Azoto y evangelizaba los poblados que encontraba a su paso, hasta que llegó a Cesarea.
Salmo Responsorial
R. (1) Tu salvación, Señor, es para todos. Aleluya.
Naciones, bendigan a nuestro Dios,
hagan resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
R. Tu salvación, Señor, es para todos. Aleluya.
Cuantos temen a Dios, vengan y escuchen,
y les diré lo que ha hecho por mí;
a él dirigí mis oraciones
y mi lengua le cantó alabanzas.
R. Tu salvación, Señor, es para todos. Aleluya.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su gracia.
R. Tu salvación, Señor, es para todos. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Reflexión del Evangelio de hoy
“Los prófugos iban difundiendo la Buena Noticia”
Nunca la predicación del evangelio y su difusión ha sido fácil. Para empezar, a Jesús por predicar su buena noticia, algunos le rechazaron y acabaron clavándolo en una cruz. La lectura de ayer no relataba el rechazo y la muerte de Esteban, uno de sus primeros predicadores. La lectura de hoy nos dice que “en aquel día, se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén”. Uno de los protagonistas principales de esta persecución era Saulo, “que penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres”. Ante esta persecución, podemos recordar el dicho popular “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Esta persecución obligó a huir de Jerusalén a muchos seguidores de Jesús y de este modo difundieron el evangelio por los lugares donde llegaban. La lectura hace mención especial de Felipe, que llegó hasta Samaría donde fue acogido el evangelio. Y por este motivo “la ciudad se llenó de alegría”.
¿Qué podemos decir de nuestra sociedad actual y su postura ante el evangelio de Jesús? Sigue habiendo muchas personas que lo acogen y llenan sus vidas de alegría y de sentido. Pero también vemos como es rechazado por otros. Quizás el gran rechazo sea su indiferencia. No le rechaza frontalmente, sino que lo oyen como quien oye llover. No traspasa ni la primera capa de sus personas. Volvemos al principio. Tampoco en nuestra época la aceptación del evangelio es fácil.
“Yo lo resucitaré en el último día”
Bien sabemos que el amor pide presencia. El que ama siempre quiere disfrutar de la presencia de la persona amada. Jesús, que nos conoce a fondo y sabe bien este deseo nuestro, quiere que gocemos siempre de su presencia. Como es Dios y tiene mucho más poder que nosotros, inventa la eucaristía justamente para que podamos gozar de su presencia. “Yo soy el pan de vida”. En esta misma línea nos asegura que “Al que venga a mí no lo echaré fuera”, porque esa es la voluntad de su Padre.
Y su amor apasionado por nosotros, no se queda ahí, no se queda en nuestra etapa terrena. Quiere que gocemos de su presencia amorosa después de nuestra muerte, sin las limitaciones terrenales, porque está dispuesto que al que crea en Él, “yo lo resucitaré en el último día”, a una vida de total felicidad y para siempre.
Vivamos con profundo agradecimiento a Jesús por estos regalos que nos hace y disfrutemos de ellos.
“Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí…”
Estando como estamos, celebrando por cincuenta días el domingo de Pascua, se nos proclama el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Y en este contexto se comprende mejor lo que dice a propósito del signo que ha realizado. El Misterio pascual, que se actualiza en cada Eucaristía, nos introduce en la obra salvífica llevada a cabo por Jesús, que nos ha amado hasta el extremo, entregando su vida para que la tengamos en abundancia. Generosidad en el amor significado en el “mejor vino”. Generosidad en el pan multiplicado, que sacia y sobra para alcanzar a otros. Porque el amor de Dios es así, abundante, generoso, sin límite ni condiciones previas. Tanto amó Dios al mundo que le entrega a su propio Hijo.
Le dice a la multitud: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado…” Y a todos atrae Dios porque lo que desea es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y como esa es la finalidad de la encarnación, todos serán ganados por el amor que en Jesús se ha revelado.
Lo que toca es ser discípulo de Dios. Y lo que corresponde al discipulado es “escuchar y aprender”. Porque el discípulo, al convivir con el maestro, aprende a escuchar y escuchando como es debido, aprenderá adecuadamente lo que se le está comunicando. La verdad de la escucha y el aprendizaje se evidencian en la adhesión a Jesucristo. Por eso dice: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” Es lo que se aprende del Maestro que dice de sí mismo: Yo no hago sino lo que veo hacer a mi Padre.” Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que escucho a mi Padre.
Yo soy el pan de la vida
Puesto que él se ofrece para la vida del mundo, el signo realizado, que relata la generosa abundancia, apunta a él mismo, que revela cuánto amó Dios al mundo al entregarlo para que el mundo se salve por él.
Es necesario comprender que los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” El és el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada. Es su amor sin límites el que sostiene al que le recibe y lo convierte, en comunión con él y con todos, en signo sacramental de un amor más grande.
Termina el pasaje con la extraordinaria afirmación: “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.” Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo.
Pensemos qué resonancia tiene en nuestra vida lo que él dice: “Todo el que cree tiene vida eterna.”
Dios los bendiga y proteja.
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