Lecturas del día 4 de Mayo de 2022
Primera Lectura
El mismo día de la muerte de Esteban, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y por Samaria.
Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entre tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia: entraba en las casas para llevarse a hombres y mujeres y meterlos en la cárcel.
Los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba ahí a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad.
Salmo Responsorial
R. (1) Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Que aclame al Señor toda la tierra.
Celebremos su gloria y su poder,
cantemos un himno de alabanza,
digamos al Señor: “Tu obra es admirable”. R.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Que se postre ante ti la tierra entera,
y celebre con cánticos tu nombre.
Admiremos las obras del Señor,
los prodigios que ha hecho por los hombres. R.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
El transformó el mar Rojo en tierra firme
y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto.
Llenémonos por eso de gozo y gratitud:
el Señor es eterno y poderoso. R.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El que cree en mí tiene vida eterna, dice el Señor,
y yo lo resucitaré en el último día.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día’’.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
“Los prófugos iban difundiendo la Buena Noticia”
Nunca la predicación del evangelio y su difusión ha sido fácil. Para empezar, a Jesús por predicar su buena noticia, algunos le rechazaron y acabaron clavándolo en una cruz. La lectura de ayer no relataba el rechazo y la muerte de Esteban, uno de sus primeros predicadores. La lectura de hoy nos dice que “en aquel día, se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén”. Uno de los protagonistas principales de esta persecución era Saulo, “que penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres”. Ante esta persecución, podemos recordar el dicho popular “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Esta persecución obligó a huir de Jerusalén a muchos seguidores de Jesús y de este modo difundieron el evangelio por los lugares donde llegaban. La lectura hace mención especial de Felipe, que llegó hasta Samaría, donde fue acogido el evangelio. Y por este motivo “la ciudad se llenó de alegría”.
¿Qué podemos decir de nuestra sociedad actual y su postura ante el evangelio de Jesús? Sigue habiendo muchas personas que lo acogen y llenan sus vidas de alegría y de sentido. Pero también vemos como es rechazado por otros. Quizás el gran rechazo sea su indiferencia. No le rechaza frontalmente, sino que lo oyen como quien oye llover. No traspasa ni la primera capa de sus personas. Volvemos al principio. Tampoco en nuestra época la aceptación del evangelio es fácil.
“Yo lo resucitaré en el último día”
Bien sabemos que el amor pide presencia. El que ama siempre quiere disfrutar de la presencia de la persona amada. Jesús, que nos conoce a fondo y sabe bien este deseo nuestro, quiere que gocemos siempre de su presencia. Como es Dios y tiene mucho más poder que nosotros, inventa la eucaristía justamente para que podamos gozar de su presencia. “Yo soy el pan de vida”. En esta misma línea nos asegura que “Al que venga a mí no lo echaré fuera”, porque esa es la voluntad de su Padre.
Y su amor apasionado por nosotros, no se queda ahí, no se queda en nuestra etapa terrena. Quiere que gocemos de su presencia amorosa después de nuestra muerte, sin las limitaciones terrenales, porque está dispuesto que al que crea en Él, “yo lo resucitaré en el último día”, a una vida de total felicidad y para siempre.}
Vivamos con profundo agradecimiento a Jesús por estos regalos que nos hace y disfrutemos de ellos.
Dios los bendiga y proteja.
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