Lecturas del día 3 de Mayo de 2022
Primera Lectura
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a mí.
Salmo Responsorial
R. (5a) El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Sin que los cielos pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor.
Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.
Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.
Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre’’.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Creer en el Resucitado
San Pablo plantea en este capítulo 15 de la carta a los Corintios el tema de la resurrección de los muertos. Y comienza, en este pasaje de hoy, centrándonos en el núcleo del Evangelio: “Les recuerdo hermanos el Evangelio que les anuncié”, “que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras… Que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras…”. El misterio pascual es la raíz y el fundamento de nuestra fe. Y, si es difícil comprender por qué la muerte en cruz de Jesús, aún es más difícil para nuestra mente racional creer en la resurrección. La fe no es un esfuerzo de la inteligencia, es un don de Dios que va descubriendo la luz en la cercanía con el Resucitado, con Jesucristo. Si no, “vana es nuestra fe”.
Las sucesivas apariciones de Jesús, después de la resurrección, dan cuenta de que la fe en Cristo resucitado no surge naturalmente, son muchas las pistas que se nos van dando cuando leemos los relatos de las apariciones. Hay una que a mí me resulta especialmente iluminadora, que es la del encuentro de Tomás con Jesús, “mete tus dedos en mi costado”. Nuestra fe no es vana porque la muerte de Jesús no es en vano, la vida tiene la última palabra, el amor, el don, la entrega.
Cuando metemos los dedos en los costados abiertos del mundo, seguro que Jesús vivo se nos aparece, quizás de la manera más insospechada, para que nuestra fe crezca y madure, y nos envía a anunciar lo que hemos visto y oído, de lo que somos testigos. La esperanza se fragua en el fuego del amor, cuando se va acrisolando la entrega de cada día, acercándonos a quien nos necesite, a quien sufre, dándonos y sirviendo.
Claves para la fe
Hoy celebramos la fiesta de dos de los discípulos de Jesús: Felipe y Santiago. Y el texto del Evangelio de Juan, hoy, relata precisamente un desconcertante diálogo de Jesús con los discípulos, en el que Felipe interviene: “Seños, muéstranos al Padre y nos basta”. Felipe intuye que hay algo más profundo que no acaban de comprender en este inicio del Discurso de Despedida de Jesús.
La respuesta de Jesús parece sonar a reproche: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?”. Pero en realidad está cargada de cariño y un deseo entrañable de que comprendan lo que les quiere expresar, para que no se sientan solos o abandonados por Él. Si creéis en mí, haréis obras grandes y se os dará lo que pidáis en mi nombre, les dice. El reto está ahí, y las claves para lograrlo apuntan a Jesús mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Escuché un relato de un ciudadano que estuvo un mes en un edificio cerrado que reabrieron para acoger familias refugiadas de la guerra de Ucrania. Recordó que la noche que llegó el primer autobús, tras casi cuatro días de viaje desde la frontera de Polonia. Una voluntaria preguntaba nerviosa: “¿Y cómo nos vamos a entender, si no hablan nuestro idioma?”. “Seguro que nos apañamos”, le dijo, también tengo mis temores. No hicieron falta muchas palabras, una sopa caliente, la casa calentita y una buena cama, son un lenguaje universal. Pero los días siguientes hubo dos palabras, que todos aprendieron respectivamente, y resonaban continuamente: hola y gracias, indistintamente en español o en ucraniano, acompañadas casi siempre de una sonrisa, esa que hace que lo más humano de cada uno se encuentre con el otro.
El camino que nos señala Jesús es el de la fraternidad, el Padre al que hemos de ir, es el que nos llama hijos. Tampoco hay que darle muchas vueltas, solo arriesgarse a vivir como hijos de Dios y como hermanos, con todo lo que trae consigo.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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