abril 29, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 30 de Abril de 2022

Primera Lectura

Hch 5, 34-42

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley respetado por todo el pueblo, se levantó en el sanedrín, mandó que hicieran salir por un momento a los apóstoles y dijo a la asamblea:

“Israelitas, piensen bien lo que van a hacer con esos hombres. No hace mucho surgió un tal Teudas, que pretendía ser un caudillo, y reunió unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a sus secuaces y todo quedó en nada. Más tarde, en la época del censo, se levantó Judas el Galileo y muchos lo siguieron. Pero también Judas pereció y se desbandaron todos sus seguidores. En el caso presente, yo les aconsejo que no se metan con esos hombres; suéltenlos. Porque si lo que se proponen y están haciendo es de origen humano, se acabará por sí mismo. Pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes deshacerlo. No se expongan a luchar contra Dios”.

Los demás siguieron su consejo: mandaron traer a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús.

Y todos los días enseñaban sin cesar y anunciaban el Evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas.

Salmo Responsorial

Salmo 26, 1. 4. 13-14

R. (cf 4ab) El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién voy a tenerle miedo?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién podrá hacerme temblar?
R. El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya.
Lo único que pido. Lo único que busco,
Es vivir en la casa del Señor toda mi vida,
para disfrutar las bondades del Señor,
y estar continuamente en su presencia.
R. El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya.
La bondad del Señor espero ver
en esta misma vida.
Armate de valor y fortaleza
y en el Señor confía.
R. El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 4

R. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.

Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: “Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Palabra de Dios, te alabamos Señor

Reflexión

Hermanas y hermanos

Después de la multiplicación de los panes ocurre un acontecimiento curioso: Jesús camina sobre las aguas.  No se trata de una muestra de espectacularidad o de poder, sino de la revelación de la divinidad de Jesús.  Antes de presentarse a la multitud como el Pan de Vida, le revela a sus discípulos su divinidad.

La escena ocurre en un contexto muy significativo. La tarde va cayendo y se va haciendo de noche.  El evangelista Juan por un lado evoca el éxodo: atravesar el mar en medio de las dificultades. Por otro, evoca la situación de las comunidades en el imperio romano: al igual que los discípulos, vivían en medio de la noche, con el viento contrario y el mar agitado ¡Jesús parecía estar ausente!

Esa situación la vivimos con frecuencia los discípulos y discípulas de Jesús.  Las luchas de todos los días, las dificultades y problemas con los que tenemos que lidiar hace que nos cansemos y nos frustremos; y lleguemos a tener la sensación de que estamos solos en medio de la noche y con el mar agitado.  Es importante que recordemos aquellas situaciones en las que parecía que Jesús estaba ausente en mi vida, en mi comunidad, en mi familia. Identifico por dónde y cómo lo he buscado.

En esa situación “Vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua”: El mar era el símbolo del abismo, del caos, del mal. En el Éxodo, el pueblo hace la travesía hacia la libertad, enfrentando y venciendo el mar. En otros pasajes la Biblia muestra a Dios que vence el mar. Vencer el mar significa imponerle sus límites e impedir que hunda la tierra con sus olas. Aquí Jesús revela su divinidad dominando y venciendo el mar, impidiendo que la barca de sus discípulos sea tragada por las olas.

“Ellos quisieron subirlo a la barca, pero ésta tocó tierra en seguida”: Sólo la presencia de Jesús puede erradicar el miedo de los discípulos; basta con escuchar su palabra para que los atemorizados discípulos lo reconozcan y lleguen a tierra firme.  La presencia de Jesús no sólo calma el mar sino que les da la seguridad de llegar a tierra firme.  Los peligros han pasado, los miedos han quedado atrás y la confianza y seguridad domina ahora la situación de los discípulos.

Hoy día quizá también estamos como los apóstoles, nos adentramos en la oscuridad llenos de desesperanza, nuestra fe se ha vuelto débil, desconfiamos, ¿nos sentimos acaso abandonados por Jesús? o por el contrario, ¿acaso no somos nosotros los que huimos, al no ver lo que queremos ver en Él? Entramos en crisis y queremos abandonar y es en esos momentos en los que debemos luchar por salir a la Luz, seguir remando sin abandonar, sabiendo que Él llegara en cualquier momento a salvarnos; se acerca y nos dice: soy yo no tengan miedo. Palabras de las que debemos fiarnos. Él no viene a echarnos una fuerte reprimenda por nuestras huidas, por nuestra falta de fe; todo lo contrario, viene a darnos su amor incondicional y a salvarnos.

De modo que debemos enfrentarnos a nuestros miedos, vencer nuestras inseguridades, afianzar nuestra fe. Jesús sale siempre a nuestro encuentro, camina junto a nosotros, porque Él es nuestra fuerza, nuestra confianza, nuestro mayor alimento, la Luz que nos guía. Nunca dejará que nos perdamos en la oscuridad de la noche, que nuestra barca se hunda, la barca de nuestra Iglesia.

Al empezar cada día, en la calma o en medio de la tempestad, recordemos siempre que el Señor resucitado está con nosotros, camina siempre a nuestro lado y nos da su Espíritu para que nuestro camino llegue a buen término.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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