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abril 26, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 26 de Abril de 2022

Primera Lectura

Hch 4, 32-37

La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.

Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

José, levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa hábil para exhortar), tenía un campo; lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles.

Salmo Responsorial

Salmo 92, 1ab. 1c-2. 5

R. (1a)  El Señor es un rey magnífico. Aleluya.
Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes.
Estás revestido de poder y majestad.
Tú mantienes el orbe y no vacila.
Eres eterno, y para siempre está firme tu trono R.
R. El Señor es un rey magnífico. Aleluya.
Muy dignas de confianza son tus leyes
y desde hoy y para siempre, Señor,
la santidad adorna tu templo. R.

R. El Señor es un rey magnífico. Aleluya. 

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 3, 15

R. Aleluya, aleluya.
El Hijo del hombre debe ser levantado en la cruz,
para que los que creen en él tengan vida eterna.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 3, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”. Nicodemo le preguntó entonces: “¿Cómo puede ser esto?”

Jesús le respondió: “Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

Hoy, iniciando la segunda semana de Pascua, el pasaje del evangelio cambia.  Aparentemente no tiene nada que ver, pues nos devolvemos al capítulo tercero del evangelio de san Juan.  Y digo “aparentemente” porque sí tiene mucho que ver con el tema de la resurrección.  Nosotros hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo y hemos resucitado con Él a través del bautismo que hemos recibido.  Y precisamente, el diálogo de Jesús con Nicodemo es una catequesis sobre lo que significa el bautismo.

La semana anterior los evangelios nos llevaban a poner la mirada en Cristo resucitado.  A partir de hoy, el evangelio nos llevará aponer la mirada en nosotros mismos como partícipes de la resurrección del Señor gracias al bautismo que hemos recibido.  Y allí precisamente nos lleva el diálogo de Jesús con Nicodemo.  Una conversación que nos lleva a reflexionar sobre nuestro bautismo y los efectos que éste produce en todos los que lo hemos recibido.  Las palabras de Jesús pueden parecernos difíciles de comprender, pero si las escuchamos con atención nos daremos cuenta que se está refiriendo a la vida nueva que debe haber en todos los que hemos sido bautizados; una vida que tiene como motor al Espíritu Santo y la fe en Cristo crucificado y resucitado.

Nicodemo era un maestro de la Ley, inteligente, temeroso de Dios y abierto a las novedades teológicas. Era de noche, sin embargo, cuando va a ver a Jesús, para que no lo vean o, como dirían los estudiosos de este pasaje evangélico, porque la noche estaba arraigada todavía en su corazón y por eso le cuesta comprender lo que Jesús le está diciendo.

La invitación de Jesús es clara: “tienes que renacer de lo alto”.  Se trata de un cambio radical en las personas en cuanto a su modo de relacionarse con Dios, de ver la realidad del mundo, del modo de pensar, de los valores que rigen la vida.  Es dejar el pecado y todo aquello que nos aleja de Dios y su proyecto del Reino, para que nuestra vida entre en la dimensión de Dios.

Jesús nos invita a dejar todos nuestros presupuestos aprendidos de Dios, a dejar la monotonía de nuestra vida cristiana y “nacer de nuevo”; confiar en la acción del Espíritu Santo que ha hecho posible la Encarnación y que cada día espera paciente en nuestro corazón para que nos abramos a su Gracia.  Dejar que el Espíritu tome las riendas de nuestra vida.

Es complicado para Nicodemo, pero también para nosotros, cristianos, “nacer de nuevo”, nacer a la novedad de Dios que se nos presenta cada día en una oferta de amor, en una interpelación desde la realidad, especialmente desde las necesidades de las personas y los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor.  Encontrar a Dios en todos los acontecimientos de nuestra vida.

Esto romperá la monotonía, acabará con las tibiezas y mediocridades, y nos llevará a una vida más coherente con nuestra fe.  Nos llevará a lo que nos dice san Pablo: “vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí. Y mientras vivo en esta carne mortal, vivo de la fe en Aquél que me amó hasta entregarse por mí”.  Por eso nuestra mirada tiene que estar puesta en Cristo crucificado y aceptar la gracia que por esta entrega del Señor nos ha sido dada.  Así como para los israelitas la serpiente de bronce fue signo de salud, para los cristianos y cristianas es Cristo crucificado quien nos da la salvación definitiva.

Comentando este pasaje del evangelio, el Papa Francisco afirma: “El cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer las paces. Estas son las consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada en la Cruz, una persona que se aniquiló a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el desierto ha sido elevado el pecado, aquí que se ha elevado Dios, hecho hombre y hecho pecado por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí. No se entiende el cristianismo sin comprender esta profunda humillación del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo convirtiéndose en siervo hasta la muerte y muerte de cruz, para servir.”

Que Dios los bendiga y los proteja.




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