enero 7, 2025 in Evangelios

Evangelio del 8 de enero del 2025 según Marcos 6, 45-52

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
1 Jn 4, 11-18

Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.

A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.

En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.

Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.

Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.

No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 71, 1-2. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11)

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
póstrense ante él todos los reyes,
y sírvanle todos los pueblos. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.


Transcripción de la primera imagen:

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Gloria a ti, Cristo, proclamado en las naciones; gloria a ti, Cristo, creído en el mundo. Aleluya.

Lo vieron andar sobre el mar
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
Mc 6, 45-52

Después de haberse saciado los cinco mil hombres, Jesús enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar.

Llegada la noche, la barca estaba en mitad del mar y Jesús, solo, en tierra. Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento contrario, a eso de la cuarta vigilia de la madrugada, fue hacia ellos andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo.

Ellos, viéndolo andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque todos lo vieron y se asustaron.

Pero él habló enseguida con ellos y les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo».

Entró en la barca con ellos y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque tenían la mente embotada.

Reflexión

El evangelista describe a Jesús contemplando a una multitud conmovido por su necesidad, pues los ve como ovejas sin pastor. No se detiene en lamentaciones ni se retrae ante el reto: les ofrece enseñanza y, posteriormente, un alimento que sacia físicamente. Sus discípulos, perplejos, creen que no es viable atender a tantas personas con tan pocos recursos. Sin embargo, la realidad cambia cuando se pone en juego la compasión y la colaboración.

El relato de los panes y los peces evidencia que la generosidad auténtica no consiste solo en la abundancia material; emerge de la disposición a compartir lo poco o mucho que se tenga. El problema no radica en la escasez, sino en la falta de empatía y confianza. Cuando alguien da el primer paso y se atreve a ofrecer lo disponible, el espíritu de Dios multiplica las posibilidades de servicio y de bondad.

En la cultura actual, la competitividad y la indiferencia pueden endurecer los corazones, convirtiendo a los demás en simples números. El pasaje sugiere una visión alternativa: identificar la necesidad ajena y responder desde la solidaridad. Así como Jesús no relegó la responsabilidad a otros, sino que invitó a sus discípulos a ser parte activa de la solución, hoy se sigue necesitando quienes, en lugar de huir ante el cansancio o la complejidad de los problemas, busquen implicarse y compartir lo que tengan a mano.

El milagro no se limita a la multiplicación del pan, sino que alcanza la transformación de la lógica humana. Pasar de la queja al ofrecimiento es un acto valiente que puede impactar positivamente a muchas vidas. Jesús demuestra que el Reino de Dios comienza cuando se superan las barreras del individualismo y se establece una dinámica basada en la compasión, la fe y la entrega sincera. Al final, todos quedan saciados, con restos de pan en abundancia que subrayan la sobreabundancia del amor divino para quienes confían y se solidarizan con el prójimo.




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