Evangelio del 28 de diciembre del 2024 según san Mateo 2, 13-18
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5 – 2, 2
Queridos hermanos:
Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia.
Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Salmo de hoy
Salmo 123, 2-3. 4-5. 7b-8 R/. Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes. R/.
La trampa se rompió,
y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-18
Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
Reflexión
Cada 28 de diciembre, la Iglesia conmemora el martirio de aquellos niños asesinados por el rey Herodes, quien pretendía eliminar al recién nacido Jesús. Con el tiempo, en algunas culturas se ha tergiversado esta fecha al convertirla en un día de bromas, asociadas a la idea de “pasar por inocente”. Sin embargo, la verdadera historia nos habla de un episodio trágico que invita a la compasión y a la reflexión seria. Lejos de la burla o el engaño, recordemos que se trata del llanto de madres y padres que perdieron a sus hijos por la ambición y el miedo de un gobernante.
El evangelio Mateo 2, 13-18 narra cómo José recibe la advertencia del ángel para huir a Egipto con María y el niño Jesús, porque Herodes buscaba acabar con la vida del Mesías. Este pasaje nos muestra la crudeza del poder cuando se siente amenazado: la furia de Herodes no solo pone en peligro al recién nacido, sino que devasta a tantas familias inocentes en Belén.
Pensemos en nuestra propia historia: ¿cuántas veces permitimos que el miedo o la ambición nos lleven a dañar a otros, incluso de forma sutil? Tal vez no en la magnitud de Herodes, pero a veces, con nuestras actitudes, terminamos hiriendo a quienes están cerca. Este relato nos enseña que la opresión y la injusticia nacen de corazones en los que domina el egoísmo.
La fiesta de los Santos Inocentes nos reta a romper con la indiferencia. No es un día para bromas, sino para darnos cuenta de que la injusticia puede surgir en cualquier lugar donde no defendemos la vida y la dignidad de los más vulnerables. Asimismo, nos anima a ponernos del lado de la protección y el cuidado, como José que, sin titubear, tomó a su familia y siguió el plan de Dios para salvaguardar la vida del niño.
En lugar de quedarnos en la burla, optemos por la compasión y la justicia. Hagamos conciencia de los inocentes de hoy que siguen siendo víctimas de violencia, explotación o desamparo. Si somos parte de la comunidad de fe, que nuestro testimonio sea estar alerta para proteger, acompañar y sanar. De ese modo, honramos realmente la memoria de aquellos pequeñitos que sufrieron por un acto de crueldad y, al mismo tiempo, cooperamos para que la luz de Cristo brille en un mundo que, con frecuencia, se deja envolver por las tinieblas del egoísmo.
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