Evangelio del 25 de diciembre del 2024 según Juan (1, 1-18) MISA DEL DÍA
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que proclama la paz,
que anuncia la buena noticia,
que pregona la justicia,
que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo
a los ojos de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la salvación de nuestro Dios.
Salmo
Salmo 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6
En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?
Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Reflexión
Leer el prólogo del Evangelio de Juan (1, 1-18) es como sumergirse en las aguas más profundas de la fe cristiana: “En el principio existía la Palabra… y la Palabra era Dios”. Suena inmenso, casi inalcanzable. Sin embargo, la clave está en que esa Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. ¿Y qué hacemos con eso? ¿Lo dejamos en un concepto bonito para la tarjeta navideña, o dejamos que nos cale hasta la médula?
Pensemos por un momento: el mismo Dios que creó el universo decide meterse en nuestra historia, jugársela a nuestro lado con todos los riesgos que eso implica. Esta no es una historia romántica para quedar en segundo plano; es un recordatorio crudo de que la fe no es teoría. Jesús no se quedó en las nubes ni se comunicó con señales de humo; vino, caminó, habló, rió y lloró. La Palabra se hizo vida real, tangible. ¿Y usted? ¿Sigue contemplando desde la barrera, escudándose en la idea de que “un día de estos” tomará en serio lo que cree?
El texto dice que la luz vino al mundo, pero el mundo no la reconoció. Antes de juzgar a los de aquel entonces, revisemos su propia oscuridad y pregúntese si sigue resistiéndose a esa luz. Porque la luz, aunque reconforta, también muestra rincones que preferiríamos mantener en sombra. Y esa incomodidad a veces nos paraliza: “Mejor me quedo así, no necesito complicarme la vida”. Si es así que no nos sorprenda si nada cambia, si todo se siente hueco y sin sentido.
Si el Dios eterno se hizo carne, es para enseñarnos que la fe se encarna, se vive en cada decisión y en cada gesto. No sirve de nada hablar de amores celestiales si no se traduce en acciones concretas. Estamos llamados a llevar la luz a donde hace falta, no a pasearla como un trofeo sin propósito. Aquellos que lo entendieron, se convirtieron en testigos vivos de un mensaje que revoluciona la existencia.
Así que, en esta Navidad, la pregunta es: ¿Permitirá que la Palabra se haga carne en su vida, o seguirá siendo un concepto teórico que se aplaude un día al año? De usted depende si esa luz ilumina solo en la misa del 25, o si se convierte en una fuerza transformadora que le recuerde, a diario, que la fe se vive o se muere en el intento. Después de todo, Jesús no vino a pasar desapercibido; vino a sacudirnos el alma y a ofrecernos la opción de una vida distinta, más plena. ¿Lo va a dejar entrar? ¿O seguirá poniendo la misma excusa de siempre? Al final, la Palabra está ahí, latente. La decisión es suya.
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