diciembre 24, 2024 in Evangelios

Evangelio del 25 de diciembre del 2024 según Lucas 2, 1-14 -MISA MEDIANOCHE

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (Is 9, 1-6)

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaba en tierra y sombras de muerte,
y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo;
se gozan en tu presencia,
como se alegran al segar,
como se alegran al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor,
el yugo de su carga,
el bastón de su hombro,
los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito
y la túnica empapada de sangre
serán combustible,
pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hombros el principado,
y su nombre:
«Maravilla de Consejero, Dios fuerte,
Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado,
con una paz sin límites,
sobre el trono de David y sobre su reino,
para sostenerlo y consolidarlo
con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre.

El celo del Señor del universo lo realizará.

Palabra de Dios.


Salmo Responsorial

(Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13 [R: cf. Lc 11])

R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

  • Cantad al Señor un cántico nuevo,
    cantad al Señor, toda la tierra;
    cantad al Señor, bendecid su nombre.
    R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
  • Proclamad día tras día su victoria.
    Contad a los pueblos su gloria,
    sus maravillas a todas las naciones.
    R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
  • Alégrese el cielo, goce la tierra,
    retumbe el mar y cuanto lo llena;
    vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
    aclamen los árboles del bosque.
    R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
  • Delante del Señor, que ya llega,
    ya llega a regir la tierra:
    regirá el orbe con justicia
    y los pueblos con fidelidad.
    R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito (Tit 2, 11-14)

Querido hermano:
Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.

Palabra de Dios.


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 2, 1-14)

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo:
hoy, en la ciudad de David,
os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
Y esto os servirá de señal:
encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

Y de pronto se juntó con el ángel una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Palabra del Señor.

Reflexión

Hemos escuchado el relato del nacimiento de Jesús, una historia que, aunque sencilla, encierra el misterio más profundo de nuestra fe: el amor de Dios que se hace hombre en la humildad de un pesebre. Una historia que nos habla de un Dios que elige la pequeñez para revelarse al mundo.

El evangelio nos lleva a un momento histórico concreto, un censo, un viaje, la falta de un lugar digno para el nacimiento del Salvador. Nos presenta a María y a José, quienes, con fe y obediencia, aceptan ser instrumentos de un plan divino que supera toda comprensión humana. Y en medio de esa escena humilde, nace Jesús, trayendo consigo una luz y una esperanza que trascienden el tiempo y el espacio.

El cielo se abre para anunciar la buena noticia, no a los poderosos o a los ricos, sino a los sencillos pastores que velaban en la noche. Un coro celestial proclama un mensaje de paz y de buena voluntad, un mensaje que resuena a lo largo de los siglos y llega hasta nuestros corazones hoy.

Este acontecimiento, tiene un significado profundo para cada uno de nosotros. Nos habla de un Dios que se acerca, que se hace uno de nosotros, que comparte nuestra fragilidad para redimirla. Nos habla de un amor inmenso que se manifiesta en la ternura de un niño recién nacido.

Pero, ¿qué nos dice todo esto hoy, en nuestro tiempo, en nuestras vidas?

Nos recuerda que la grandeza de Dios se esconde en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo que a menudo pasamos por alto. Nos invita a buscar a Dios no en el ruido y el ajetreo, sino en el silencio y la sencillez de un corazón abierto. Nos asegura que, a pesar de las dificultades y las oscuridades que podamos atravesar, hay una luz que brilla, una esperanza que no se apaga, un amor que nos sostiene y nos transforma.

La Navidad es una invitación a dejarnos sorprender por Dios, a acoger su amor incondicional, a permitir que la ternura de ese niño nacido en Belén renueve nuestra fe y nos impulse a ser portadores de paz y de esperanza en nuestro mundo.

Donde quiera que nos encontremos en este momento, abramos nuestro corazón a la alegría del nacimiento de Jesús. Dejemos que su luz ilumine nuestro camino y que su amor nos transforme en testigos de su presencia en el mundo. Que la paz y la esperanza que brotan del pesebre inunden nuestras vidas y nos impulsen a construir un mundo más justo y más fraterno.  




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