Evangelio del 16 de diciembre del 2024 según san Mateo 21, 23-37
Primera lectura
Lectura del libro de los Números 24, 2-7. 15-17a
En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae y se le abren los ojos:
¡Qué bellas tus tiendas, oh Jacob,
y tus moradas, Israel!
Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río,
como áloes que plantó el Señor
o cedros junto a la corriente;
el agua fluye de sus cubos,
y con el agua se multiplica su simiente.
Su rey es más alto que Agag,
y descuella su reinado».
Y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae en éxtasis, y se le abren los ojos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza una estrella de Jacob,
y surge un cetro de Israel».
Salmo de hoy
Salmo 24, 4-5a. 6 y 7cd. 8-9 R/. Señor, instrúyeme en tus sendas
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humilles con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 23-27
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús les replicó:
«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».
Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».
Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Reflexión
En Mateo 21, 23-27, Jesús se encuentra en el templo enseñando cuando los sumos sacerdotes y los ancianos se le acercan con una pregunta: “¿Con qué autoridad haces esto?” Ellos, que eran líderes religiosos y gozaban de cierta estima entre el pueblo, en vez de reconocer la verdad, buscan poner en entredicho al Maestro. Lo que importa no es la luz que Jesús trae, sino mantener su propio prestigio y no perder el control de la situación.
Jesús, en vez de responder directamente, les plantea otra cuestión: ¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de los hombres? Ante esta interrogante, los jefes religiosos se enfrentan a un dilema. No son libres para responder, pues no se guían por la sinceridad, sino por el cálculo, el miedo al qué dirán y la conveniencia política. Si reconocen que el bautismo de Juan viene de Dios, quedarán expuestos por no haberlo seguido; si lo atribuyen a los hombres, se ganarán el desprecio del pueblo que valora a Juan como profeta.
Este pasaje denuncia la falta de honestidad interior. Quienes se consideraban portadores de la verdad y la rectitud no se atreven a admitir lo que piensan. No les preocupa la verdad, sino no quedar mal parados. La respuesta final: “No sabemos” manifiesta su falta de valentía para abrazar la claridad o la corrección. Así, ellos mismos se cierran la puerta a comprender la autoridad de Jesús, que no necesita imposiciones ni halagos, pues proviene de la relación íntima con el Padre.
Al contemplar esta escena, podemos preguntarnos: ¿Buscamos la verdad con sinceridad, o tememos lo que piensen los demás? ¿Estamos dispuestos a ajustar nuestro corazón a la luz del Evangelio, aunque ello suponga cuestionar nuestras seguridades? Jesús nos muestra que la autoridad más genuina no nace del poder humano ni de la aprobación social, sino de la fidelidad a Dios. Solo cuando dejamos a un lado las máscaras y la conveniencia, logramos descubrir a Aquel que, desde su humildad y coherencia, transforma las vidas y da sentido auténtico a nuestra existencia.
Deja una respuesta