Evangelio del 14 de diciembre del 2024 según san Mateo 17, 10-13
Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico 48, 1-4.9-11b
En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego,
sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.
Salmo de hoy
Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
Reflexión
En Mateo 17, 10-13: Los discípulos acaban de presenciar un acontecimiento extraordinario en lo alto de un monte: la Transfiguración de Jesús. Allí contemplaron su rostro resplandeciente, y junto a Él aparecieron Moisés y Elías, los grandes referentes de la Ley y los Profetas. Este suceso tan impactante no era un espectáculo aislado, sino una revelación que les ayudaba a entender mejor quién era el Maestro.
Ahora, de regreso a la vida cotidiana, el recuerdo de Elías en la cima sagrada despierta en los discípulos una duda: “¿No debía venir unl mensajero primero, según lo enseñado por los escribas?”. Esperaban una manifestación clara, una señal contundente según las interpretaciones tradicionales. Jesús, en su respuesta, no desecha las profecías ni las enseñanzas antiguas, pero les muestra que las promesas divinas a menudo se cumplen de formas inesperadas. El profeta ya había venido en la figura de Juan el Bautista, el mensajero que preparó el camino del Mesías, pero muchos no lo reconocieron.
Esta incomprensión no es un simple fallo histórico: es un llamado a revisar cómo respondemos nosotros a la acción de Dios en nuestra propia vida. A veces, tenemos ideas fijas de cómo deben cumplirse las promesas del Señor, y cuando la realidad no coincide con lo que imaginamos, corremos el riesgo de ignorar las señales que tenemos frente a nosotros. Así como Juan fue Elías y no lo vieron,Cristo vino a traer la salvación y tampoco todos lo entenderían.
El descenso del monte de la Transfiguración, pasando de la luz extraordinaria a las preguntas comunes, nos recuerda la necesidad de mantener el corazón abierto. La gloria de Dios no se queda en las alturas, sino que nos acompaña al llano de la vida ordinaria. Estar atentos a la presencia divina, aunque se muestre de forma discreta o diferente a lo esperado, es la lección que este pasaje nos deja. De este modo, aprendemos a reconocer la mano de Dios en la historia y en las personas que nos rodean, sin dejarnos cegar por nuestras expectativas limitadas
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