Evangelio del 11 de diciembre del 2024 según San Mateo 11, 28-30
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 40, 25-31
«¿Con quién podréis compararme,
quién es semejante a mi?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y mirad:
¿quién creó esto?
Es él, que despliega su ejército al completo
y a cada uno convoca por su nombre.
Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza,
ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob,
y por qué murmuras, Israel:
«Al Señor no le importa mi destino,
mi Dios pasa por alto mis derechos»?
¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado,
acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan,
los jóvenes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.
Salmo de hoy
Salmo 102, 1-2. 3-4. 8 y 10 R/. Bendice, alma mía, al Señor
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Reflexión
En este pasaje, Jesús se dirige a todos los que llevan sobre los hombros el peso de las preocupaciones diarias. Observemos que no hace distinciones: no pregunta cuál es tu oficio, tu lugar en el mundo, ni el tamaño de tus dificultades. Simplemente dice: “Venid a mí”. Esta invitación es un bálsamo que se ofrece a todo aquel que se sienta cansado, ya sea por las luchas del trabajo, la incertidumbre económica, los problemas familiares o la soledad que se filtra en el alma.
El Señor no promete eliminar las cargas de la vida, pero sí acompañarnos en el camino, compartir con nosotros su propia fuerza. “Tomad mi yugo y aprended de mí”, dice, mostrando que no somos una multitud anónima, sino individuos valiosos ante sus ojos. Al ponernos bajo su guía, no nos volvemos débiles; al contrario, aprendemos una forma diferente de enfrentar la realidad. Él se presenta como manso y humilde, recordando que la arrogancia y la autosuficiencia no alivian el cansancio, mientras que la humildad y la confianza en su Palabra sí pueden hacerlo.
En un mundo que a veces parece exigirnos más de lo que podemos dar, estas palabras nos devuelven el aliento. No estamos solos con nuestro cansancio, ni obligados a fingir que todo marcha bien. Podemos soltar las tensiones, acercarnos a Jesús y recibir ese descanso que libera el corazón. Su yugo no aplasta, sino que orienta; su carga no hunde, sino que ayuda a levantar la mirada con una esperanza nueva.
Esta invitación es para hoy, para nuestro presente. Cuando el cansancio parezca dominar el ánimo, recordemos que hay un lugar de reposo en la cercanía del Señor. Al aceptar su mano tendida, el camino se vuelve más llevadero, y el corazón encuentra la paz que tanto anhela. Al fin y al cabo, aprender de Jesús es descubrir que el verdadero descanso no se compra ni se impone, sino que se recibe con sencillez, permitiendo que su presencia traiga una luz serena a nuestra vida.
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