Evangelio del 9 de diciembre del 2024 según san Lucas 1, 26-38
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso,
maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Salmo
Salmo 97, 1-4: R/.Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Reflexión
María era una joven humilde de un pueblo sin renombre, y sin embargo Dios la escogió para una misión que cambiaría el rumbo de la historia. No tenía influencia, ni riquezas; solo contaba con su fe y su corazón dispuesto. Esta escena, en la que el ángel Gabriel anuncia que el Hijo del Altísimo nacerá de su vientre, nos recuerda que a los ojos de Dios las apariencias no son la medida. Lo importante es la apertura, la sencillez y la confianza, aun en medio de las circunstancias más difíciles.
Cuando María escucha las palabras del ángel, siente sorpresa, tal vez inquietud, pero no huye ni rechaza la invitación. Al contrario, asume con valentía la misión que se le presenta. Esto nos enseña que, aunque la vida nos ponga obstáculos, cansancio, injusticias o escasez, es posible encontrar una luz que nos oriente. Aquel humilde hogar de Nazaret se convierte en el punto de partida de una esperanza que no se agota. Así también, en los hogares de hoy, quizás marcados por preocupaciones económicas o el dolor de la falta de oportunidades, puede surgir una fuerza interior que mueva montañas. Nada es imposible para Dios.
Esta historia nos anima a decir “sí” en medio de nuestras luchas. Tal vez no escuchemos la voz de un ángel, pero Dios se hace presente en las manos solidarias del vecino, en la palabra amable de quien nos escucha, en la fe que compartimos. María nos invita a creer que, aun siendo pequeños a los ojos del mundo, podemos ser el inicio de algo grande y bueno. Basta un corazón sencillo que responda con confianza. De esa forma, la gracia divina no solo transforma a quien la recibe, sino que se expande, abriendo caminos de esperanza para todos.
Al reflexionar sobre este anuncio, también recordamos que cada uno de nosotros, desde su propia realidad, puede ser parte de la obra de Dios. Basta con mirar alrededor: en medio de la escasez, la dureza del trabajo, la lucha por la subsistencia, existen almas generosas que comparten lo poco que tienen, manos que se extienden para ayudar al necesitado, ojos que se fijan en el más débil con compasión sincera. Como María, podemos convertirnos en esa puerta por la que el bien entra al mundo. Y al hacerlo, no solo crecemos en fe, sino que encendemos una llama de esperanza que se multiplica en otros corazones. De este modo, la promesa anunciada aquella vez en Nazaret sigue viva, latiendo en quienes deciden responder con humildad y amor.
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