Evangelio del 8 de diciembre del 2024 según san Lucas 1, 26-38
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso,
maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Salmo
Salmo 97, 1-4: R/.Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena la obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Reflexión
María es, ante todo, una joven común y corriente, alguien que no habría llamado la atención de nadie. Sin embargo, en su vida cotidiana, sin estruendos ni anuncios pomposos, la voz de Dios se hace presente. Un ángel aparece con un mensaje que supera cualquier expectativa humana: ella dará a luz a quien traerá una esperanza nueva al mundo. Es lógico que se sienta turbada: ¿cómo no temblar ante algo tan grande? ¿Cómo no sentirse pequeña e insuficiente?
Lo hermoso de esta escena es que María no cierra las puertas de su corazón. No renuncia con excusas, ni alza muros para protegerse del asombro. Con honestidad, pregunta: “¿Cómo será posible?” No lo hace desde la desconfianza, sino desde la sorpresa natural de quien siente que su vida sencilla se ve llamada a algo insólito. Y, a pesar de las dudas, elige confiar. Su respuesta, llena de humildad, no se basa en entenderlo todo, sino en creer que Dios puede obrar incluso en su propia fragilidad.
Este pasaje no es un recuerdo lejano encerrado en las páginas de un libro. Hoy mismo, en nuestras propias historias, también hay momentos en que Dios toca a la puerta sin anunciarse con trompetas. A veces sentimos que no estamos preparados, que no somos lo bastante fuertes, sabios o valientes. Sin embargo, el ejemplo de María nos recuerda que el Señor no busca héroes sin defectos, sino corazones abiertos, dispuestos a dejarse sorprender y guiar. Cuando decimos un “sí” sencillo, aun sin tener todas las respuestas, podemos experimentar cómo la gracia divina florece en medio de nuestra vida ordinaria.
Este texto nos anima a creer que Dios sigue acercándose a nosotros, que su proyecto no excluye a nadie y que la grandeza no se mide por el prestigio o las capacidades, sino por la capacidad de responder con confianza. María nos enseña que, cuando superamos el miedo y la duda, somos capaces de colaborar en algo mucho más grande que nuestras limitaciones. Su historia sigue iluminando nuestros pasos y nos impulsa a mirar con otros ojos nuestro propio día a día: allí, en lo más simple y sencillo, puede nacer una esperanza capaz de renovar el mundo.
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