diciembre 3, 2024 in Evangelios

Evangelio del 4 de diciembre del 2024 según Mateo 15, 29-37

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a

 

En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

 

Salmo de hoy

Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

 

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 29-37

 

En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.

La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».

Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».

Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».

Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Reflexión

En este pasaje, Jesús sube a un monte y se sienta, mientras grandes multitudes se acercan a Él trayendo consigo a los enfermos, los lisiados, los ciegos, los mudos y muchos otros. La escena refleja la profundidad de la compasión del Señor, quien no solo sana las dolencias físicas, sino que también restaura la dignidad y la esperanza de quienes lo buscan con fe.

El milagro de la multiplicación de los panes y los peces, narrado en la segunda parte del evangelio, es un signo poderoso del cuidado providente de Dios. Jesús, al ver la multitud hambrienta, no solo se compadece, sino que actúa para satisfacer sus necesidades. Este gesto no es solo un acto de bondad, sino una revelación del amor de Dios, que se manifiesta de manera concreta en la vida de su pueblo.

El hecho de que Jesús involucre a sus discípulos en la distribución de los alimentos nos recuerda que, como seguidores suyos, también somos llamados a ser instrumentos de su generosidad. No importa cuán limitados sean nuestros recursos; en las manos de Dios, incluso lo poco puede convertirse en abundancia. Este episodio nos anima a confiar en su poder y a ser solidarios, compartiendo lo que tenemos con aquellos que necesitan.

Esta lectura nos invita a meditar sobre la abundancia de la gracia divina y a preguntarnos cómo estamos siendo reflejo de esa bondad en nuestra vida diaria. Así como Jesús satisfizo el hambre de la multitud, también desea llenar nuestro corazón con su amor, para que, desde esa plenitud, podamos llevar su consuelo y esperanza a quienes nos rodean. Que estas palabras nos impulsen a vivir con gratitud y con el compromiso de ser portadores de su compasión en el mundo.




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