Evangelio del 26 de noviembre del 2024 según Lucas 21, 5-11
Martes de la XXXIV Semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 504
Primera lectura
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi una nube blanca y en ella a alguien que parecía un ser humano, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. Entonces un ángel salió del templo y le gritó con potente voz al que estaba sentado en la nube: “Empuña la hoz y ponte a segar; el tiempo de la cosecha ha llegado ya; la mies de la tierra está madura”. El que estaba sentado en la nube pasó su hoz sobre la tierra y recogió la cosecha de la tierra.
Salió otro ángel del templo celestial, también él con una afilada hoz en su mano. Y salió del templo otro más, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó con potente voz al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz afilada y corta los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas ya están maduras”.
El ángel acercó su hoz a la tierra, cosechó la viña de la tierra y echó los racimos en el gran lagar de la cólera de Dios. Pisaron las uvas en el lagar, fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los frenos de los caballos, en una extensión de unos trescientos kilómetros.
Salmo Responsorial
R. (13b) Que todo se alegre ante el Señor.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos.
El afianzó con su poder el orbe,
gobierna a las naciones con justicia. R.
R. Que todo se alegre ante el Señor.
Alégrese los cielos y la tierra,
retumbe el mar y el mundo submarino;
salten de gozo el campo y cuanto encierra,
manifiesten los bosques regocijo. R.
R. Que todo se alegre ante el Señor.
Regocíjese todo ante el Señor,
porque ya viene a gobernar el orbe.
Justicia y rectitud serán las normas
con las que rija a todas las naciones. R.
R. Que todo se alegre ante el Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Sé fiel hasta la muerte
y te daré como premio la vida, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.
Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”
Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.
Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.
Reflexión
El pasaje de hoy nos sitúa en el templo, donde algunos comentan sobre su belleza y las ofrendas que lo adornan. Jesús aprovecha este momento para hablar de la fragilidad de las estructuras humanas y de los acontecimientos futuros que marcarán la historia. Sus palabras, lejos de ser una advertencia para generar miedo, nos conducen hacia una comprensión más profunda de lo que es esencial y eterno.
Cuando Jesús anuncia que no quedará piedra sobre piedra del templo, está recordándonos que todo lo material es transitorio. Las cosas que admiramos, por más impresionantes que parezcan, tienen un límite. Esta realidad nos conduce a reflexionar sobre dónde ponemos nuestras esperanzas y qué valores guían nuestra vida. El mensaje de Jesús es claro: lo eterno no se encuentra en lo visible, sino en la relación con Dios, que trasciende todo.
Los eventos que Jesús describe, como guerras, terremotos y persecuciones, no son el fin, sino signos que apuntan a algo mayor. En medio de estos desafíos, se nos llama a mantenernos firmes, confiando en que Dios permanece fiel. El Señor nos asegura que no estamos solos y que Él camina con nosotros, incluso en las circunstancias más adversas.
El evangelio de hoy nos anima a revisar nuestras prioridades y a fortalecer nuestra fe. Frente a la incertidumbre, la clave está en confiar en el plan de Dios y no dejarnos dominar por el temor. Cada situación que enfrentamos puede convertirse en una oportunidad para reafirmar nuestra esperanza y vivir con una perspectiva centrada en lo que verdaderamente importa. Que nuestras vidas sean testimonio de esa confianza inquebrantable en el Señor, quien nos sostiene en todo momento.
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