noviembre 22, 2024 in Evangelios

Evangelio del 24 de noviembre del 2024 según san Juan 10, 33b-37

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Lectionary: 161

Primera Lectura

Dn 7, 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones
de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.

Salmo Responsorial

Salmo 92, 1ab. 1c-2. 5

R. (1a) Señor, tú eres nuestro rey.
Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes.
Estás revestido de poder y majestad. R.
R. Señor, tú eres nuestro rey.
Tú mantienes el orbe y no vacila.
Eres eterno, y para siempre está firme tu trono. R.
R. Señor, tú eres nuestro rey.
Muy dignas de confianza son tus leyes
y desde hoy y para siempre, Señor,
la santidad adorna tu templo. R.
R. Señor, tú eres nuestro rey.

Segunda Lectura

Apoc 1, 5-8

Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.

“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso”.

Aclamación antes del Evangelio

Mc 11, 9. 10

R. Aleluya, aleluya.
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 18, 33-37

En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.

Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.

Reflexión

Hoy celebramos la Solemnidad de Cristo Rey nos invita a contemplar a Jesús como el soberano absoluto, no de un territorio, sino de los corazones. Su reinado trasciende los poderes terrenales, estableciendo un reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz. Al final del año litúrgico, esta fiesta nos recuerda que todo se dirige hacia Él, quien es el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todas las cosas.

En el evangelio de Juan 18, 33-37 en el diálogo entre Pilato y Jesús, somos testigos de un contraste profundo entre dos visiones del poder. Pilato representa el sistema político y militar del mundo, preocupado por mantener el control y neutralizar cualquier amenaza. En cambio, Jesús introduce una nueva forma de autoridad basada en la verdad, que no busca imponer, sino transformar desde el interior.

Cuando Jesús dice que su reino no es de este mundo, no está negando su influencia sobre la creación, sino dejando claro que su autoridad no se funda en la fuerza ni en estructuras humanas. Su reinado es espiritual, arraigado en la fidelidad a la voluntad del Padre y en la entrega total por amor. Este reino se manifiesta en quienes eligen vivir bajo su guía, dejando que la verdad ilumine cada aspecto de su existencia.

Pilato, desconcertado, no logra comprender esta verdad porque su lógica se basa en el poder y la manipulación. En contraste, Jesús enseña que la verdadera grandeza no está en dominar, sino en servir, no en acumular, sino en darse. Es una lección para todos los tiempos: los reinos de este mundo pasarán, pero el reino de Dios permanece porque está construido sobre el amor eterno.

Esta solemnidad nos lleva a preguntarnos si hemos permitido que Cristo sea el verdadero rey de nuestra vida. Reconocerlo como Rey implica mucho más que una declaración verbal; significa alinear nuestras decisiones, prioridades y relaciones con su mensaje de amor y justicia. Jesús no impone su reinado, pero su presencia transforma a quienes lo aceptan. Su verdad no se limita a ser conocida, sino que debe ser vivida, irradiando luz en nuestras palabras y acciones.

Hoy, al cerrar el año litúrgico, se nos ofrece una oportunidad para renovar nuestro compromiso con Cristo Rey. Que su reino se haga visible en nuestras vidas y que su verdad, que libera y llena de esperanza, sea la fuerza que guíe nuestro camino hacia la eternidad.




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