noviembre 16, 2024 in Evangelios

Evangelio del 17 de noviembre del 2024 según Marcos 13, 24-32

XXXIII Domingo ordinario

Lectionary: 158

Primera Lectura

Dn 12, 1-3

En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo.

Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.

Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.

Salmo Responsorial

Salmo 15, 5 y 8. 9-10. 11

R. (1) Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
Tengo siempre presente al Señor
y con él a mi lado, jamás tropezaré. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti. R.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Segunda Lectura

Heb 10, 11-14. 18

Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Lc 21, 36

R. Aleluya, aleluya.
Velen y oren,
para que puedan presentarse sin temor
ante el Hijo del hombre.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 13, 24-32

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.

Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre’’.

Reflexión

En este fragmento del evangelio según Marcos 13, 24-32, Jesús habla a sus discípulos sobre el futuro, describiendo señales en el cielo y en la tierra que anuncian el final de los tiempos. Habla de días oscuros, con el sol apagándose, la luna sin luz, las estrellas cayendo y los poderes celestiales tambaleándose. Esta descripción podría parecer desalentadora, pero en realidad es un mensaje de esperanza, ya que es la antesala de la llegada del Hijo del Hombre, quien vendrá con poder y gloria para reunir a los elegidos de todas partes del mundo.

La atmósfera de estos versículos refleja la incertidumbre y el miedo que las personas suelen experimentar frente a lo desconocido y a las dificultades. En el contexto en que Jesús compartió estas palabras, la situación social y política de la época era inestable, con tensiones y opresión bajo el dominio romano. El mensaje de Jesús recordaba a sus seguidores que, aunque el panorama pudiera parecer sombrío, no estaban solos y que la promesa de la redención siempre estaría presente. Estas imágenes de cambios cósmicos, aunque perturbadoras, también simbolizan el cambio profundo que ocurre cuando Dios interviene de manera decisiva en la historia.

El ejemplo de la higuera que Jesús menciona nos invita a estar atentos a las señales, a comprender los tiempos en los que vivimos. Así como la higuera muestra signos que anuncian el verano, nosotros también debemos ser capaces de reconocer cuándo Dios está actuando en nuestras vidas y en el mundo. Esta llamada a la vigilancia es una invitación a vivir con conciencia y sin dejarnos vencer por la desesperanza. El futuro puede parecer incierto, pero la confianza debe ser el pilar sobre el cual construimos nuestras vidas.

Jesús también deja claro que el momento exacto de estos acontecimientos es desconocido para todos, excepto para el Padre. Esto nos recuerda que nuestra tarea no es predecir el futuro, sino vivir fielmente cada día. El mensaje no es de temor, sino de preparación y confianza. La incertidumbre sobre el cuándo no debería llenarnos de miedo, sino de una esperanza activa, una disposición constante a recibir a Dios en cualquier momento. En lugar de preocuparnos por lo que pueda suceder, se nos motiva a tener una actitud de apertura y de preparación espiritual.

En nuestro día a día, este pasaje nos anima a no dejarnos vencer por las dificultades ni por la sensación de que el mal tiene la última palabra. Jesús nos recuerda que, incluso en medio de los desafíos más grandes, hay una promesa de salvación y de renovación. Nuestra misión es seguir adelante, con los ojos puestos en esa promesa y con el corazón dispuesto a ser luz en medio de las sombras, sabiendo que, al final, la victoria es de Dios.




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