Evangelio del 9 de noviembre del 2024 según san Juan 2, 13-22
Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán
Lectionary: 671
Primera lectura
Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado derecho.
Aquel hombre me dijo: “Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por dondequiera que el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina”.
Salmo Responsorial
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
quien en todo peligro nos socorre.
Por eso no tememos, aunque tiemble,
y aunque al fondo del mar caigan los montes.
R. Un río alegra a la ciudad de Dios.
Un río alegra a la ciudad de Dios,
Su morada el Altísimo hace santa.
Teniendo a Dios, Jerusalén no teme,
porque Dios la protege desde el alba.
R. Un río alegra a la ciudad de Dios.
Con nosotros está Dios, el Señor;
es el Dios de Israel nuestra defensa.
Vengan a ver las cosas sorprendentes
que ha hecho el Señor sobre la tierra:
R. Un río alegra a la ciudad de Dios.
Segunda lectura
¿No saben acaso ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.
Aclamación antes del Evangelio
He elegido y santificado este lugar, dice el Señor,
para que siempre habite ahí mi nombre.
R. Aleluya.
Evangelio
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Reflexión
El evangelio de Juan 2, 13-22 nos presenta a Jesús en el Templo de Jerusalén, expulsando a los mercaderes y cambiadores de dinero. Este pasaje es uno de los momentos más impactantes del ministerio de Jesús, donde muestra su celo por la casa de su Padre y denuncia la corrupción que había invadido el lugar destinado al encuentro con Dios. Jesús se enfrenta a aquellos que habían convertido el Templo en un mercado, distorsionando su propósito y haciendo del culto algo superficial y centrado en el lucro.
El Templo era el lugar más sagrado para el pueblo judío, el centro de la vida religiosa y cultural. Sin embargo, con el paso del tiempo, su sentido se había degradado y la búsqueda del beneficio económico había reemplazado la reverencia hacia Dios. Jesús, al actuar de manera tan contundente, está recordando a todos que la verdadera adoración no se mide por el comercio o el ritual vacío, sino por la autenticidad del corazón que busca a Dios sinceramente. Sus palabras, “No conviertan la casa de mi Padre en un mercado”, son un llamado a recuperar la pureza del culto y la devoción genuina.
¿Cuántas veces hemos permitido que nuestras prácticas religiosas se conviertan en meras formalidades, en actividades donde el verdadero sentido se pierde entre el ruido de nuestras preocupaciones y el materialismo? Jesús llama a purificar nuestro propio “templo”, a examinar nuestro interior y a deshacernos de todo aquello que nos aleja de una relación auténtica con Dios. No se trata solo de una crítica al comercio, sino de un llamado a revisar nuestras prioridades y a darle a Dios el lugar central que le corresponde.
Cuando Jesús habla del templo que será destruido y reconstruido en tres días, está haciendo referencia a su propia muerte y resurrección. Él es el verdadero Templo, el lugar donde Dios se manifiesta plenamente. Esta afirmación nos lleva a reconocer que nuestra relación con Dios ya no depende de un lugar físico, sino de Jesús mismo, quien es nuestro puente hacia el Padre. Hoy, estamos llamados a vivir una fe que trascienda las apariencias, que busque en Cristo el verdadero sentido de nuestra vida y que nos lleve a purificar nuestras acciones y pensamientos, para que sean reflejo de un corazón que ama y reverencia a Dios sinceramente.
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