noviembre 9, 2024 in Evangelios

Evangelio del 10 de noviembre del 2024 según Marcos 12, 38-44

XXXII Domingo ordinario

Lectionary: 155

Primera Lectura

1 Rey 17, 10-16

En aquel tiempo, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: “Tráeme, por favor, un poco de agua para beber”. Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó: “Por favor, tráeme también un poco de pan”. Ella le respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos”.

Elías le dijo: “No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’ ”.

Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento, ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.

Salmo Responsorial

Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10

R. (1) El Señor siempre es fiel a su palabra.
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.
Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.
A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. R.
R. El Señor siempre es fiel a su palabra.

Segunda Lectura

Heb 9, 24-28

Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 5, 3

R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

O bien:
Mc 12, 41-44

En aquel tiempo, Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Reflexión

El evangelio de Marcos 12, 38-44 nos presenta a Jesús advirtiendo sobre los escribas y elogiando la generosidad de una viuda pobre. En este pasaje, Jesús desenmascara la actitud hipócrita de los líderes religiosos que buscaban reconocimiento, poder y privilegios, mientras ignoraban las verdaderas necesidades del prójimo. Al mismo tiempo, Jesús señala la ofrenda de la viuda como un ejemplo de entrega sincera y sacrificio genuino. Aunque su contribución materialmente era pequeña, representaba todo lo que tenía para vivir, mostrando un desprendimiento absoluto y una confianza plena en Dios.

Los escribas, con sus largas túnicas y deseos de ser admirados en público, buscaban el honor y el prestigio que venía con su posición. Sin embargo, Jesús expone la vacuidad de esta actitud, revelando que el valor de una persona no se mide por su estatus o las apariencias, sino por la autenticidad de su corazón. Este mensaje nos recuerda que nuestra fe no debe basarse en la vanagloria ni en el deseo de ser vistos, sino en una entrega discreta y desinteresada, enfocada en servir y amar a los demás sin esperar nada a cambio.

En contraste con los escribas, la viuda pobre se convierte en un símbolo de verdadera generosidad y humildad. Ella no dio de lo que le sobraba, sino que ofreció todo lo que tenía, demostrando una fe profunda y una completa dependencia en Dios. Este acto nos invita a pensar sobre nuestra propia disposición a dar, no solo en términos económicos, sino también en cuanto a nuestro tiempo, talentos y amor. ¿Estamos dispuestos a entregarnos plenamente, a confiar en que Dios proveerá, o solo damos lo que nos resulta cómodo y no nos afecta demasiado?

 Hoy, somos llamados a imitar la humildad y el desprendimiento de la viuda, a actuar con generosidad sincera, sin buscar reconocimiento ni recompensas. Que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, sean siempre un reflejo de un corazón que ama y confía plenamente en Dios.




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