Evangelio del 8 de noviembre del 2024 según san Lucas 16, 1-8
Viernes de la XXXI Semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 489
Primera lectura
Hermanos: Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que viven el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
Salmo Responsorial
R. (cf. 1) Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron:
“Vayamos a la casa del Señor”!
Y hoy estamos aquí, Jerusalén,
jubilosos, delante de tus puertas. R.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
A ti, Jerusalén, suben las tribus,
las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado,
para alabar el nombre del Señor. R.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
En aquel que cumple la palabra de Cristo,
el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan’.
Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Este respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’.
El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz’’.
Reflexión
El evangelio de San Lucas 16, 1-8 nos presenta la parábola del administrador astuto, un relato que, a primera vista, puede resultar difícil de comprender. Jesús narra la historia de un administrador acusado de malgastar los bienes de su amo, quien, al verse en peligro de perder su puesto, actúa con rapidez para asegurar su futuro, reduciendo las deudas de los deudores de su amo. Sorprendentemente, el amo alaba la astucia del administrador por su habilidad para prever lo que venía y actuar en consecuencia.
Es importante entender que Jesús no está elogiando la deshonestidad del administrador, sino su capacidad de actuar con previsión y astucia para enfrentar una situación difícil. En un contexto histórico, esta parábola estaba dirigida a los discípulos y a los líderes religiosos, mostrando que es fundamental ser prudentes y aprovechar las oportunidades presentes para prepararse para el futuro. Jesús utiliza un ejemplo del mundo material para enseñarnos sobre la importancia de la sagacidad en el ámbito espiritual.
M uchas veces somos diligentes y astutos en los asuntos materiales: cuidamos nuestras finanzas, organizamos nuestras actividades y nos esforzamos por asegurar un buen futuro. Sin embargo, cuando se trata de nuestra vida espiritual, a menudo nos mostramos perezosos o despreocupados. Esta parábola es una invitación a ser igual de inteligentes y proactivos en nuestra relación con Dios, a no dejar que la indiferencia nos aparte de lo esencial, y a actuar con decisión para acercarnos al Reino de los Cielos.
El Señor nos está pidiendo que usemos nuestros recursos, dones y habilidades para el bien, no solo para nuestro propio beneficio, sino también para servir a los demás y construir el Reino de Dios. La astucia del administrador debería inspirarnos a ser creativos en la manera en que vivimos nuestra fe, aprovechando cada oportunidad para hacer el bien y contribuir a la misión de Cristo. Hoy es un buen momento para preguntarnos: ¿estamos actuando con la misma previsión y determinación en nuestra vida espiritual que en nuestros asuntos terrenales? Que esta parábola nos impulse a vivir con un sentido de propósito claro, utilizando cada recurso que tenemos para acercarnos más a Dios y ayudar a los demás a hacer lo mismo.
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