Evangelio del 24 de octubre del 2024 según Lucas 12, 49-53
Jueves de la XXIX semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 476
Primera lectura
Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
A él, que, con su poder que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer infinitamente más de lo que le pedimos o entendemos, le sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades y por todos los siglos. Amén.
Salmo Responsorial
R. (5b) Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Que los justos aclamen al Señor;
es propio de los justos alabarlo.
Demos gracias a Dios, al son del arpa,
que la lira acompañe nuestros cantos. R.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades. R.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Los proyectos de Dios duran por siempre
los planes de su amor, todos los siglos.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor;
dichoso el pueblo que escogió por suyo. R.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida. R.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo y vivir unido a él.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’’.
Reflexión
En el evangelio de Lucas 12, 49-53, Jesús expresa con palabras intensas el propósito de su misión: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. Esta afirmación nos revela el carácter radical de su mensaje. El “fuego” simboliza la purificación, el Espíritu Santo, y la transformación profunda que Jesús quiere para la humanidad. No se trata de una misión de comodidad, sino de una que desafía nuestras seguridades y nos invita a una conversión auténtica y ardiente, capaz de cambiar nuestros corazones y nuestro entorno.
Jesús también menciona que ha venido a traer división y no paz. A primera vista, estas palabras parecen contradecir su mensaje de amor y reconciliación, pero en realidad nos muestran las consecuencias de seguir a Cristo con sinceridad. La decisión de seguir a Jesús implica elegir valores que muchas veces entran en conflicto con los valores del mundo. La fidelidad al evangelio nos confronta con las decisiones de quienes no comparten la misma visión, y esto puede generar tensiones incluso dentro de nuestras propias familias y comunidades. El seguimiento de Cristo exige valentía y firmeza, porque no siempre seremos comprendidos o aceptados.
Este evangelio nos recuerda que la fe auténtica no es una fe superficial ni acomodada. Seguir a Cristo significa comprometerse, estar dispuestos a enfrentar conflictos y obstáculos, y no ceder a las presiones de un mundo que busca el conformismo. Jesús no nos promete una vida fácil; al contrario, nos habla de una “división” que se produce cuando decidimos vivir según los principios del evangelio, que muchas veces chocan con las expectativas y los intereses de quienes nos rodean. La fidelidad a Cristo nos pide mantenernos firmes en el amor, la justicia y la verdad, aun cuando esto signifique ser malinterpretados o rechazados.
La invitación de Jesús es clara: vivir una vida apasionada por el evangelio, permitir que el fuego de su amor transforme nuestro ser y nos haga verdaderos discípulos. Este fuego no es destructivo, sino purificador; es el fuego del Espíritu que nos anima a ser coherentes, a ser fuertes y a vivir sin miedo a las divisiones que puedan surgir a causa de nuestra fidelidad a Dios. Al aceptar el llamado de Jesús, abrazamos una vida que a veces nos llevará por caminos difíciles, pero también nos permitirá experimentar la verdadera libertad y plenitud que solo Él puede ofrecer.
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