octubre 21, 2024 in Evangelios

Evangelio del 22 de octubre del 2024 según san Lucas 12, 35-38

Martes de la XXIX semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 474

Primera lectura

Ef 2, 12-22

Hermanos: Recuerden que antes vivían ustedes sin Cristo, que estaban excluidos de la ciudadanía de Israel y eran extraños a las alianzas y promesas, y no tenían esperanza ni Dios en este mundo. Pero ahora, unidos a Cristo Jesús, ustedes, que antes estaban lejos, están cerca, en virtud de la sangre de Cristo.

Porque él es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no judíos un solo pueblo; él destruyó, en su propio cuerpo, la barrera que los separaba: el odio; él abolió la ley, que consistía en mandatos y reglamentos, para crear en sí mismo, de los dos pueblos, un solo hombre nuevo, estableciendo la paz, y para reconciliar a ambos, hechos un solo cuerpo, con Dios, por medio de la cruz, dando muerte en sí mismo al odio.

Vino para anunciar la buena nueva de la paz, tanto a ustedes, los que estaban lejos, como a los que estaban cerca. Así, unos y otros podemos acercarnos al Padre, por la acción de un mismo Espíritu.

En consecuencia, ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios, porque han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas, siendo Cristo Jesús la piedra angular.

Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar el templo santo del Señor, y unidos a él también ustedes se van incorporando al edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.

Salmo Responsorial

Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

R. (cf. 9) Dale, Señor, la paz a tu pueblo.
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación
y la gloria de Señor habitará en la tierra. R.
R. Dale, Señor, la paz a tu pueblo.
La misericordia y la verdad se encontraron,
la justicia y la paz se besaron,
la felicidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo. R.
R. Dale, Señor, la paz a tu pueblo.
Cuando el Señor nos muestro su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas. R.
R. Dale, Señor, la paz a tu pueblo.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Lc 21, 36

R. Aleluya, aleluya.
Velen y oren,
para que puedan presentarse sin temor
ante el Hijo del hombre.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 12, 35-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos”.

Reflexión

En el evangelio de Lucas 12, 35-38, Jesús nos insta a estar vigilantes y preparados, comparándonos con siervos  que esperan el regreso de su señor. La imagen que utiliza es poderosa: un grupo de servidores que, en medio de la noche, mantiene las lámparas encendidas y permanece despierto, listo para abrir la puerta apenas el amo toque. Esta actitud de espera activa es lo que Jesús nos pide en nuestra vida de fe: estar siempre preparados, atentos a la llegada del Señor, sin dejarnos llevar por la comodidad o el descuido.

Jesús habla de la bienaventuranza de aquellos a quienes el señor encuentra vigilantes. Esto nos recuerda que la vida cristiana no es una rutina pasiva, sino un constante caminar hacia el encuentro con Dios. Vivir en estado de alerta implica no caer en la indiferencia, sino estar comprometidos en nuestro día a día, conscientes de que nuestra existencia tiene un propósito mayor. La vigilancia de la que habla Jesús no es solo una cuestión de esperar el fin de los tiempos, sino de reconocer la presencia de Dios en cada momento, en cada circunstancia, y actuar conforme a ello.

El Señor que viene de noche y encuentra a sus siervos despiertos es una imagen que rompe con nuestras expectativas. Nos hace ver que Dios no llega siempre cuando lo esperamos o de la manera en que lo imaginamos, sino en los momentos más inesperados. Estar preparados significa tener un corazón dispuesto, vivir con una actitud de servicio y de amor hacia los demás, sin importar la hora o el contexto. Es vivir con la conciencia de que el Señor puede presentarse en las necesidades del prójimo, en las oportunidades de hacer el bien, y en las situaciones que nos exigen ser generosos y compasivos.

Jesús promete que el amo, al encontrar a sus siervos vigilantes, se ceñirá la túnica y se pondrá a servirles. Esta imagen es sorprendente y profundamente conmovedora: el mismo Señor, al ver nuestra fidelidad y nuestro compromiso, se convierte en servidor. Nos recuerda que Dios no es un amo distante que exige obediencia, sino un Padre que recompensa a quienes viven con amor y entrega. Esta promesa nos anima a vivir nuestra fe con compromiso y alegría, sabiendo que nuestra espera no es en vano, sino que será recompensada con la presencia y el amor de Dios, quien siempre nos sorprende con su generosidad.




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