octubre 14, 2024 in Evangelios

Evangelio del 15 de octubre del 2024 según San Lucas 11, 37-41

Memoria de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

Lectionary: 468

Primera lectura

Gal 5, 1-6

Hermanos: Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.

Yo mismo, Pablo, les aseguro que, si se dejan circuncidar, Cristo no les servirá de nada. Y vuelvo a declarar que todo el que se deja circuncidar, queda obligado a cumplir toda la ley. Ustedes, los que pretenden alcanzar la justificación por medio de la ley, han perdido a Cristo, han rechazado la gracia.

Nosotros, en cambio, movidos por el Espíritu Santo, esperamos ansiosamente la justificación por medio de la fe. Porque para los cristianos no vale nada estar o no estar circuncidado; lo único que vale es la fe, que actúa a través de la caridad.

Salmo Responsorial

Salmo 118, 41. 43. 44. 45. 47. 48

R. (41a) Señor, ten misericordia de mí.
Señor, ten misericordia de mí
y sálvame según tu promesa.
No quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos. R.
R. Señor, ten misericordia de mí.
Cumpliré tu voluntad
sin cesar y para siempre.
Caminaré por un camino ancho,
pues he seguido tus preceptos. R.
R. Señor, ten misericordia de mí.
Serán mi delicia tus mandatos,
que tanto amo.
Levantaré mis manos hacia ti
mientras recito tus mandamientos. R.
R. Señor, ten misericordia de mí.

Aclamación antes del Evangelio

Heb 4, 12

R. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz
y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 11, 37-41

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que Jesús no hubiera cumplido con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer.

Pero el Señor le dijo: “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad. ¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? Den más bien limosna de lo que tienen y todo lo de ustedes quedará limpio”.

Reflexión

En el evangelio de Lucas 11, 37-41, Jesús se sienta a la mesa de un fariseo, y la situación revela el contraste entre las apariencias externas y la verdadera vida espiritual. Al notar que Jesús no realizó el ritual de lavado de manos antes de comer, el fariseo se sorprende, pues este acto simbolizaba pureza exterior según las costumbres religiosas de la época.

Jesús aprovecha el momento para exponer la incongruencia de una vida enfocada en las reglas externas sin un compromiso real con la justicia y el amor hacia el prójimo. No basta con cumplir rituales si el corazón está lleno de egoísmo. Jesús critica la hipocresía de quienes se preocupan solo por las apariencias, mientras olvidan lo esencial: la compasión, la generosidad y el servicio. Para Él, la pureza que agrada a Dios no tiene que ver con seguir normas externas, sino con acciones concretas de bondad y justicia.

¿Qué significa esto en nuestra vida cotidiana? Significa, por ejemplo, ayudar a un vecino que necesita apoyo sin esperar nada a cambio, visitar a un anciano en nuestra comunidad parroquial que está solo, o ser solidarios con aquellos que pasan por dificultades económicas, compartiendo lo poco o mucho que tenemos. También significa perdonar de corazón a quienes nos han ofendido, no solo de palabra, sino mostrándolo con gestos reales de reconciliación. Jesús nos pide que amemos al prójimo no solo en teoría, sino a través de acciones como compartir nuestro tiempo con quienes se sienten solos, preparar una comida para alguien que lo necesite, o simplemente escuchar a alguien que está pasando por un mal momento.

La verdadera pureza para Jesús implica mirar más allá de lo superficial y actuar con autenticidad. No se trata de aparentar ser correctos o piadosos, sino de vivir una fe que se traduzca en gestos concretos de amor y justicia. En nuestra comunidad parroquial, esto puede reflejarse al colaborar activamente en las obras sociales, apoyar a los más vulnerables, y comprometernos con causas justas. La fe que Dios quiere ver en nosotros es aquella que se manifiesta en cada acción cotidiana, mostrando con hechos el amor transformador de Dios. El desafío es ser coherentes, vivir desde la verdad, y permitir que nuestras obras hablen más fuerte que nuestras palabras, para así ser testigos auténticos del amor divino en nuestras familias, en nuestra comunidad y en nuestro entorno.




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