octubre 4, 2024 in Evangelios

Evangelio del 5 de octubre del 2024 según san Lucas 10, 17-24

Sábado de la XXVI semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 460

Primera lectura

Job 42, 1-3. 5-6. 12-16

Job le dijo al Señor:
“Reconozco que lo puedes todo
y que ninguna cosa es imposible para ti.
Era yo el que con palabras insensatas
empañaba la sabiduría de tus designios;
he hablado de grandezas que no puedo comprender
y de maravillas que superan mi inteligencia.
Yo te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto ya mis ojos;
por eso me retracto de mis palabras
y me arrepiento, echándome polvo y ceniza”.

El Señor bendijo a Job al final de su vida más que al principio: llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.

Tuvo siete hijos y tres hijas; la primera se llamaba Paloma, la segunda Canela y la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les asignó una parte de la herencia, al igual que a sus hermanos.

Y Job vivió hasta los ciento cuarenta años y vio a sus hijos, a sus nietos y a sus bisnietos. Murió anciano y colmado de años.

Salmo Responsorial

Salmo 118, 66. 71. 75. 76. 91. 125. 130

R. (135a) Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Enséñame a gustar y a comprender tus preceptos,
pues yo me fío de ellos.
Sufrir fue provechoso para mí,
pues aprendí, Señor, tus mandamientos. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Yo bien sé que son justos tus decretos
y que tienes razón cuando me afliges.
Todo subsiste hasta hoy por orden tuya
y todo está a tu servicio. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.
Yo soy tu siervo:
Instrúyeme y conoceré tus preceptos.
La explicación de tu palabra
Da luz y entendimiento a los humildes. R.
R. Enséñame, Señor, tus mandamientos.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mt 11, 25

R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Reflexión

En Lucas 10, 17-24, los setenta y dos discípulos regresan llenos de alegría tras su misión, sorprendidos por la autoridad que habían ejercido sobre los demonios en el nombre de Jesús. 

Este pasaje está enmarcado en un contexto histórico donde el ministerio de Jesús comienza a expandirse a través de sus discípulos. La referencia a los “setenta y dos” tiene raíces en el simbolismo del Antiguo Testamento, evocando los 70 ancianos que ayudaron a Moisés (Números 11, 16) y posiblemente representando las naciones del mundo (Génesis 10), lo que implica que el mensaje de Jesús trasciende a Israel. La caída de Satanás como un rayo hace eco de las imágenes apocalípticas judías, donde la derrota de los poderes malignos es parte del establecimiento del Reino de Dios.

Este  pasaje destaca la autoridad de Jesús sobre todo poder demoníaco, pero también su énfasis en la salvación eterna. El verdadero motivo de alegría no es el éxito temporal o el poder espiritual, sino la certeza de la vida eterna. Jesús elogia la revelación divina que ha sido dada a los humildes, aquellos que no se jactan de su conocimiento, sino que reciben el mensaje con sencillez y fe. La figura del “Padre” como aquel que revela y oculta conforme a su voluntad subraya la soberanía divina en el proceso de la revelación.

Hoy, en una sociedad que valora el conocimiento y la visibilidad, el mensaje de este pasaje nos recuerda que lo esencial no es el reconocimiento ni la capacidad para lograr grandes cosas, sino la humildad ante Dios. Aquellos que se consideran autosuficientes o que buscan dominar con su conocimiento quedan al margen de la auténtica revelación de Cristo. Además, el mundo que enfrenta diversas manifestaciones de maldad, la certeza de que Satanás ha sido derrotado nos ofrece esperanza y confianza para enfrentar las adversidades.

Finalmente, la enseñanza para nuestra época subraya que el éxito temporal, ya sea en el ámbito espiritual o material, no es el criterio para medir nuestra vida. Lo realmente importante es saber que nuestras vidas están escritas en el corazón de Dios. Mantener una actitud de gratitud y alegría por la misericordia divina debe ser nuestro mayor motivo de celebración, tal como Jesús les enseña a sus discípulos.




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