octubre 2, 2024 in Evangelios

Evangelio del 3 de octubre del 2024 según Lucas 10, 1-12

Jueves de la XXVI Semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 458

Primera lectura

Job 19, 21-27

Job tomó la palabra y dijo:
“Tengan compasión de mí,
amigos míos, tengan compasión de mí,
pues me ha herido la mano del Señor.
¿Por qué se ensañan contra mí, como lo hace Dios,
y no se cansan de escarnecerme?

Ojalá que mis palabras se escribieran;
ojalá que se grabaran en láminas de bronce
o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.

Yo sé bien que mi defensor está vivo
y que al final se levantará a favor del humillado;
de nuevo me revestiré de mi piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la firme esperanza que tengo’’.

Salmo Responsorial

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R. (13) No me abandones, Dios mío.
Oye, Señor, mi voz y mi clamores
y tenme compasión;
el corazón me dice que te busque
y buscándote estoy. R.
R. No me abandones, Dios mío.
No rechaces con cólera a tu siervo
tú eres mi único auxilio;
no me abandones ni me dejes solo,
Dios y salvador mío. R.
R. No me abandones, Dios mío.
La bondad del Señor espero ver
en esta misma vida.
Armate de valor y fortaleza
y en el Señor confía. R.
R. No me abandones, Dios mío.

Aclamación antes del Evangelio

Mc 1, 15

R. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor;
arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 10, 1-12

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”.

Reflexión

El evangelio de Lucas 10, 1-12 nos motiva a reflexionar sobre el llamado que Jesús hace a todos, no solo a unos pocos. Cuando Él envía a sus discípulos, está enviando a cada uno de nosotros, donde quiera que estemos: en nuestro lugar de trabajo, en el estudio, en casa. Ser discípulos de Jesús no es una tarea exclusiva para algunos, es un llamado universal. La misión que tenemos es hacer presente a Cristo en el mundo, no solo con palabras, sino con nuestros actos, gestos y comportamientos. Seremos, a veces, recibidos con alegría, pero otras veces con indiferencia o rechazo.

Es importante recordar que el mensaje de Jesucristo no es solo algo que se escucha, sino que debe convertirse en una realidad viva en nuestra vida. Cada persona que lo recibe tiene la libertad de cambiar o no, pero nuestro propósito como seguidores de Cristo es claro: hacer el bien, guiados por su palabra. Para cumplir esta misión, es fundamental conocerla profundamente, y congregarse es una forma de asegurarnos que no malinterpretamos lo que Dios desea para la humanidad.

Jesús también envía a sus discípulos a sanar, pero esa sanación no se limita al cuerpo, sino que también abarca el espíritu. Hoy, muchas personas están perdidas, atrapadas en lo material y lo efímero, buscando llenar un vacío que solo Dios puede colmar. Nuestro llamado es llevar un mensaje que no solo apacigüe el cuerpo, sino que libere el alma, dando sentido a una vida muchas veces vacía.

En este mes de las misiones, estamos invitados a ser testigos de esa sanación y esa paz que Cristo ofrece. Dondequiera que estemos, podemos ser misioneros, llevando la palabra de Jesús a los que la necesitan, con amor y esperanza. Así como Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, vivió intensamente esta vocación desde su propio rincón del mundo, nosotros también podemos, desde nuestro lugar, ser instrumentos de su paz y salvación.




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