septiembre 29, 2024 in Evangelios

Evangelio del 30 de setiembre del 2024 según San Lucas 9, 46-50

Memoria de San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

Lectionary: 455

Primera lectura

Job 1, 6-22
Un día fueron los ángeles a presentarse ante el Señor y entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó: “¿De dónde vienes?” El respondió: “De dar una vuelta por la tierra”.

El Señor le dijo: “¿Te fijaste en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra; es un hombre íntegro y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.

Satanás le respondió: “¿Y crees tú que su temor a Dios es desinteresado? ¿Acaso no has construido tú mismo una cerca protectora alrededor de él, de su familia y de todos sus bienes? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus rebaños se han multiplicado por todo el país. Pero hazle sentir un poco el peso de tu mano, daña sus posesiones y verás cómo te maldice en tu propia cara”. El Señor le dijo: “Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques”. Y Satanás se retiró de la presencia del Señor.

Un día en que los hijos e hijas de Job estaban comiendo en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a la casa de Job y le dijo: “Tus bueyes estaban arando y tus burras pastando en el mismo lugar, cuando cayeron sobre ellos unos bandidos, apuñalaron a los criados y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro criado y le dijo: “Cayó un rayo y quemó y consumió tus ovejas y a tus pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y le dijo: “Una banda de sabeos, divididos en tres grupos, se lanzaron sobre los camellos y se los llevaron y apuñalaron a los criados. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y le dijo: “Estaban tus hijos e hijas comiendo en casa de su hermano mayor, cuando un fuerte viento vino del desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo”.

Entonces Job se levantó y rasgó sus vestiduras. Luego se rapó la cabeza, se postró por tierra en oración y dijo:

“Desnudo salí del vientre de mi madre
y desnudo volveré allá.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó;
esa fue su voluntad:
¡Bendito sea el nombre del Señor!”

A pesar de todo lo que le sucedió, Job no pecó ni profirió ninguna insolencia contra Dios.

Salmo Responsorial

Salmo 16, 1. 2-3. 6-7. 8b y 15
R. (6b) Señor, escucha nuestra súplica.
Señor, hazme justicia
y a mi clamor atiende;
presta oído a mi súplica,
pues mis labios no mienten.
R. Señor, escucha nuestra súplica.
Júzgame tú, Señor,
pues tus ojos miren al que es honrado.
Examina mi corazón, revísalo de noche,
Pruébame a fuego y no hallarás malicia en mí.
R. Señor, escucha nuestra súplica.
A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes.
Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras;
muéstrame los prodigios de tu misericordia,
pues a quien acude a ti, de sus contrarios salvas.
R. Señor, escucha nuestra súplica.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mc 10, 45
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo vino a servir
y a dar la vida por la salvación de todos.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 9, 46-50
Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”.

Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohiban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.

Reflexión

El pasaje de Lucas 9, 46-50 refleja una enseñanza crucial sobre el reino de Dios, donde la verdadera grandeza no se mide según los parámetros humanos de poder o reconocimiento, sino a través de la humildad y el servicio. Jesús confronta dos malentendidos importantes entre sus discípulos: la competencia por ser el mayor y el sectarismo espiritual.

Cuando los discípulos discuten sobre quién es el mayor, Jesús responde no con una reprimenda directa, sino con una enseñanza visual y profunda. Al poner a un niño en medio de ellos, expresa que la grandeza en el reino de Dios se revela a través de la sencillez, la humildad y la disposición a recibir a los más pequeños. En el contexto de la época, los niños eran considerados los más vulnerables e insignificantes en la sociedad. Este gesto de Jesús no es casual, sino una declaración contundente: quien recibe a los más humildes, a los marginados, está recibiendo a Jesús mismo, y al hacerlo, recibe también al Padre que lo ha enviado.

Esta enseñanza desafía profundamente el pensamiento del mundo antiguo, donde la jerarquía y el estatus social determinaban el valor de una persona. En el mundo grecoromano, se valoraba el honor, el prestigio y la autoridad. Incluso dentro del contexto judío de la época, muchos esperaban un Mesías que trajera poder político y liberación visible. Sin embargo, Jesús redefine estas expectativas, mostrando que su reino es completamente diferente: es un reino de servicio, de entrega, y de recibir a los más pequeños con amor.

El segundo tema que surge en el pasaje es la actitud de Juan, quien, al ver a una persona expulsando demonios en nombre de Jesús, trata de impedirle continuar, ya que no pertenecía al grupo de los discípulos. Aquí, Jesús muestra una apertura que va más allá de los límites institucionales o sectarios: “el que no está contra ustedes, está a favor de ustedes”. En este punto, Jesús nos revela una enseñanza profundamente teológica y eclesial: el Espíritu de Dios obra de maneras que trascienden nuestras estructuras humanas. No podemos limitar la acción de Dios a los confines de nuestros grupos o doctrinas particulares.

Históricamente, este pasaje anticipa muchos desafíos que la Iglesia ha enfrentado a lo largo de los siglos. Desde los primeros concilios hasta las divisiones dentro del cristianismo, siempre ha existido la tentación de caer en el exclusivismo, de pensar que solo dentro de ciertos límites Dios puede actuar. Sin embargo, Jesús abre una puerta de mayor amplitud: su misión es universal, y su gracia no está restringida a un pequeño grupo de seguidores.

Este pasaje nos confronta con la necesidad de reflexionar profundamente sobre la naturaleza  del liderazgo cristiano. No es el poder, el prestigio o la pertenencia lo que define a los seguidores de Cristo, sino la humildad, el servicio y la capacidad de reconocer la obra de Dios en los demás, incluso si no forman parte de nuestro círculo inmediato. Jesús, con su sabiduría divina, nos guía a una apertura de corazón y mente, recordándonos que el verdadero seguimiento implica una disposición para servir y acoger a todos, sin distinción.

Por lo tanto, este pasaje no solo enseña una verdad sobre el comportamiento de los discípulos en el tiempo de Jesús, sino que nos invita hoy a reflexionar sobre cómo vemos el poder, el servicio y la acción de Dios en el mundo. La grandeza, según Jesús, se mide por la capacidad de acoger a los más pequeños y de reconocer la obra de Dios en quienes no siempre comparten nuestra visión o nuestra pertenencia.




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