Evangelio del 13 de setembre del 2024 según Lucas 6, 39-42
Memoria de San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia
Lectionary: 441
Primera lectura
Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.
Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
¿No saben que en el estadio todos los corredores compiten, pero uno solo recibe el premio? Corran de manera que consigan el premio. Además, todos los atletas se privan de muchas cosas: ellos lo hacen por un premio que se acaba; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre.
Así pues, yo corro, pero no a ciegas, y lucho, pero no dando golpes al aire, sino que domino mi cuerpo y lo obligo a que me sirva, no sea que, después de predicar a los demás, quede yo descalificado.
Salmo Responsorial
R. (2) Qué agradable, Señor, es tu morada.
Anhelando los atrios del Señor
se consume mi alma.
Todo mi ser de gozo se estremece
y el Dios vivo es la causa. R.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Hasta el gorrión encuentra casa
y la golondrina un lugar para su nido,
cerca de tus altares,
Señor de los ejércitos, Dios mío. R.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Dichosos los que viven en tu casa,
te alabarán para siempre;
dichosos los que encuentran en ti su fuerza
y la esperanza de su corazón. R.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
El Señor es sol y escudo,
Dios concede favor y gloria.
El Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Aclamación antes del Evangelio
Tu palabra, Señor, es la verdad;
santifícanos en la verdad.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Reflexión
En el pasaje de Lucas 6, 39-42, Jesús ofrece una parábola sobre la ceguera espiritual y el juicio hacia los demás, utilizando un lenguaje figurado para enseñar a sus discípulos sobre la importancia de la autocrítica y la humildad en las relaciones humanas. Este texto es parte del sermón en el, donde Cristo profundiza en temas de moralidad y justicia, desafiando las normas sociales de la época.
En un contexto histórico, Jesús estaba predicando a una sociedad marcada por divisiones sociales y religiosas, donde los líderes religiosos o sea los fariseos y saduceos imponían estrictas normas, pero muchas veces caían en la hipocresía. Estos líderes se consideraban guías espirituales, pero su falta de compasión y autocrítica los convertía en “ciegos” que guiaban a otros ciegos. Este punto refleja la crítica de Jesús hacia el legalismo que oscurecía la verdadera relación con Dios y el prójimo.
Es importante reconocer nuestra propia ceguera espiritual antes de intentar corregir a los demás. Jesús utiliza la metáfora del “cisco” y la “viga” para resaltar el absurdo de criticar los defectos ajenos mientras se ignoran las propias faltas. La “viga” simboliza el egoísmo, el orgullo y la falta de autoexamen que obstaculizan nuestra relación con Dios y los demás. Solo a través de la introspección sincera y la humildad es posible guiar y corregir a otros desde el amor.
En nuestros días, es fácil caer en el error de juzgar rápidamente a los demás, a veces sin darnos cuenta de nuestras propias fallas. Este pasaje nos invita a cultivar una actitud de misericordia y humildad, recordando que todos somos imperfectos y estamos en constante proceso de aprendizaje y conversión.
Para todos los que utilizamos lentes cuando vemos que están sucios, todo lo que vemos a través de ellos parece borroso o manchado, y podríamos culpar a los objetos por su apariencia. Sin embargo, el problema no está en lo que vemos, sino en los propios lentes. Solo cuando los limpiamos, nos damos cuenta de que el mundo no era el problema, sino nuestra propia visión.
Así es la vida espiritual. Si no reconocemos nuestras propias “manchas” o errores , no podemos ver claramente el mundo que nos rodea ni ayudar a los demás. Es necesario limpiarnos primero para ver con claridad y, desde esa transparencia, ofrecer una ayuda sincera y compasiva.
Este pasaje nos recuerda la necesidad de la autocrítica y el crecimiento personal, antes de intentar corregir o guiar a los demás.
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