septiembre 9, 2024 in Evangelios

Evangelio del 9 de setiembre del 2024 según san Lucas 6, 6-11

Memoria de san Pedro Claver, presbítero

Lectionary: 437

Primera lectura

1 Cor 5, 1-8

Queridos hermanos: Es voz común que hay entre ustedes un caso de inmoralidad tan grande, que ni entre los paganos existe, pues uno de ustedes vive con la mujer de su padre.

Y todavía andan ustedes presumiendo, cuando más bien deberían estar de luto y haber arrojado de entre ustedes al que cometió semejante enormidad. Por mi parte, yo, ausente de cuerpo, pero presente en espíritu, ya pronuncié mi sentencia como si hubiera estado presente, contra el que ha hecho eso.

Reúnanse, pues, ustedes –yo estaré presente en espíritu–, y en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con su poder, entreguen a ese hombre a Satanás para castigo de su cuerpo, a fin de que su espíritu se salve el día del Señor.

Así que no está bien que anden presumiendo. ¿No saben que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean una masa nueva, ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.

Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.

Salmo Responsorial

Salmo 5, 5-6. 7. 12

R. (9a) Condúceme, Señor, por tu camino santo.
Tú no eres, Señor, un Dios al que pudiera
la maldad agradarle,
ni el malvado es tu huésped
ni ante ti puede estar el arrogante. R.
R. Condúceme, Señor, por tu camino santo.
Al malhechor detestas
y destruyes, Señor, al embustero;
aborreces al hombre sanguinario
y a quien es traicionero. R.
R. Condúceme, Señor, por tu camino santo.
Que se alegren con júbilo eterno
los que se acogen a ti;
protégelos, que se regocijen los que te aman. R.
R. Condúceme, Señor, por tu camino santo.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor,
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 6, 6-11

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.

Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?” Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. El la extendió y quedó curado.

Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.

Reflexión

El Evangelio de Lucas 6, 6-11 narra uno de los momentos cruciales del ministerio de Jesús: la sanación del hombre con la mano paralizada en día de sábado. Este relato es más que una simple curación física; es una manifestación profunda de la tensión entre el cumplimiento estricto de la ley y el poder transformador de la misericordia. Jesús, consciente de que los fariseos lo observaban con intenciones maliciosas, no se detiene ante el legalismo que los dominaba, sino que pone de relieve que la vida y la sanación están por encima de las interpretaciones restrictivas de la ley.

El pasaje ilumina el corazón del mensaje de Cristo: la Ley de Dios debe vivirse desde el amor y la compasión, no desde una mera adhesión rígida a las reglas. El sábado, un día consagrado a Dios, era para los fariseos una ocasión de juicio, pero para Jesús era una oportunidad para restaurar la dignidad y la salud de un ser humano. El milagro de sanar la mano inmovilizada representa, en un sentido más amplio, la sanación de las almas paralizadas por el pecado, el miedo o la falta de fe. Jesús nos invita a salir de la parálisis espiritual, a vivir en plenitud el amor y la libertad que ofrece su gracia.

E ste choque entre el rigorismo legal y la misericordia no solo está presente en la vida de Jesús, sino que ha resonado a lo largo de los siglos en la vida de la Iglesia. Uno de los grandes ejemplos es San Pedro Claver, cuya memoria celebramos. En pleno siglo XVII, cuando el comercio de esclavos estaba en auge y los derechos humanos eran ignorados para quienes venían de África, San Pedro Claver vio la dignidad de cada persona, más allá de su condición social o racial. Él se enfrentó al “sistema” de su tiempo, igual que Jesús lo hizo ante los fariseos, al colocar la dignidad humana por encima de las leyes injustas.

San Pedro Claver encarna este mismo espíritu de misericordia que vemos en el Evangelio de Lucas. No solo bautizó y evangelizó a más de 300,000 esclavos, sino que también les ofreció cuidado físico, alimenticio y emocional. Como Jesús, San Pedro Claver no se limitó a observar la ley externa, sino que penetró en la profundidad del amor cristiano, buscando restaurar tanto los cuerpos como las almas de aquellos que habían sido deshumanizados. Su vida fue un testimonio viviente de que las reglas que no están al servicio del amor no cumplen con el propósito divino.

Si llevamos este pasaje a un plano espiritual, la mano paralizada puede simbolizar nuestras propias resistencias internas. Tal como el hombre del Evangelio no podía extender su mano, nosotros a veces no podemos extender el amor o el perdón a los demás, ya sea por el peso del rencor, el orgullo o la indiferencia. Cristo nos invita a presentarle nuestras parálisis espirituales, nuestras incapacidades para amar plenamente, para que Él, con su poder sanador, nos restaure.




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