septiembre 6, 2024 in Evangelios

Evangelio del 6 de setiembre del 2024 según Lucas 5, 33-39

los borrará de la tierra siempre. R.
R. La salvación del justo es el Señor.
La salvación del justo es el Señor;
en la tribulación él es su amparo.
A quien en él confía, Dios lo salva
de los hombres malvados. R.
R. La salvación del justo es el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 8, 12

R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 5, 33-39

En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?”

Jesús les contestó: “¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán”.

Les dijo también una parábola: “Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es mejor’”.

Reflexión

El pasaje del evangelio de Lucas 5, 33-39 nos presenta una enseñanza profunda sobre la renovación espiritual y la necesidad de abrirnos al mensaje de Cristo con corazones receptivos y dispuestos a cambiar. En este fragmento, se le cuestiona a Jesús por qué sus discípulos no ayunan como los discípulos de Juan o los fariseos. Jesús responde utilizando parábolas, comparando el ayuno con remendar una prenda vieja con un retazo nuevo, o echar vino nuevo en odres viejos.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la relación entre la Ley antigua y la Nueva Alianza que Jesús trae consigo. El ayuno y otras prácticas del Antiguo Testamento tenían su lugar, pero Cristo introduce una novedad que no se puede encerrar en estructuras rígidas y anticuadas. El mensaje del evangelio trae vida nueva y, como el vino nuevo, necesita un espacio adecuado para fermentarse y crecer. Si intentamos encajarlo en antiguos esquemas o tradiciones sin renovarnos interiormente, el mensaje puede perder su vitalidad y su verdadero propósito.

La lectura nos sitúa en un contexto donde el judaísmo estaba marcado por prácticas estrictas y observancias religiosas. Los fariseos eran vistos como los guardianes de la Ley, a menudo centrados en rituales externos. Sin embargo, Jesús introduce un cambio radical, llamando a una transformación interna, un ayuno espiritual que no se limita a las tradiciones, sino que busca una conversión profunda del corazón.

Le ha pasado en alguna oportunidad que al visitar una casa antigua que ha estado vacía durante muchos años. Los cimientos están agrietados y las paredes deterioradas. Alguien podría pensar que con una sim ple capa de pintura, la casa quedaría lista para habitar. Sin embargo, con el tiempo, esas grietas y daños estructurales volverían a aparecer, porque la reparación superficial no aborda el problema de fondo.

De manera similar, nuestras vidas espirituales pueden necesitar más que solo parches superficiales. Si intentamos llenar nuestro corazón con el mensaje de Cristo sin antes estar dispuestos a dejar atrás viejas actitudes, egoísmos o formas de pensar limitantes, corremos el riesgo de estancarnos. Jesús nos invita a ser odres nuevos, es decir, a renovarnos desde lo profundo para que su enseñanza pueda crecer y dar fruto.

El aprendizaje que nos deja esta analogía es que no basta con realizar cambios externos o aparentes en nuestra fe; necesitamos un cambio de corazón, una renovación genuina que nos permita recibir el vino nuevo del Espíritu y vivir conforme a su voluntad.

En resumen, este pasaje nos recuerda la importancia de abrirnos a la novedad que Cristo trae, de no encasillar el mensaje en viejas costumbres, sino de permitir que transforme nuestra vida de manera integral.




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