septiembre 5, 2024 in Evangelios

Evangelio del 5 de setiembre del 2024 según Lucas 5, 1-11

Jueves de la XXII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 434

Primera lectura

1 Cor 3, 18-23
Hermanos: Que nadie se engañe: si alguno se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la Escritura: Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.

Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.

Salmo Responsorial

Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
R. (1) El Señor bendice al hombre justo.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos.
R. El Señor bendice al hombre justo.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no juro en falso.
R. El Señor bendice al hombre justo.
Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Este es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob.
R. El Señor bendice al hombre justo.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 19
R. Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor,
y yo los haré pescadores de hombres.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.

Reflexión

El evangelio de Lucas 5, 1-11 narra el encuentro transformador entre Jesús y Simón Pedro, donde, tras una noche infructuosa de pesca, Jesús pide a Pedro que vuelva a lanzar las redes al mar. Aunque Pedro, con experiencia como pescador, duda, obedece y experimenta un milagro: una gran cantidad de peces. Este acontecimiento cambia el rumbo de su vida, ya que Jesús lo invita a ser “pescador de hombres”, un llamado que Pedro acepta con humildad y entrega.

Este episodio ocurre en un contexto donde la pesca era una fuente de vida y sustento para muchas familias en Galilea. La pesca, especialmente en el mar de Galilea, representaba no solo una actividad económica, sino también una metáfora de la labor apostólica que Jesús encomendaría a sus discípulos. Así, ser “pescador de hombres” evoca la misión evangelizadora de la Iglesia primitiva, cuya misión era extender el mensaje de salvación más allá de las fronteras de Israel, atrayendo a las almas al Reino de Dios.

El evangelio nos enseña sobre la confianza en la palabra de Cristo, incluso cuando nuestras experiencias y conocimientos humanos nos sugieren lo contrario. Pedro había pasado la noche entera pescando sin éxito, confiando en sus propias habilidades. Sin embargo, cuando Jesús le pide que intente nuevamente, ocurre algo extraordinario. Este relato nos recuerda que los caminos de Dios superan nuestra comprensión humana. A veces, lo que parece ser un fracaso desde nuestra perspectiva limitada es solo una preparación para un milagro.

Ahora, pensemos en alguien que está limpiando su casa, y ya ha pasado varias horas barriendo y ordenando. A simple vista, parece que todo está en su lugar y reluciente. Sin embargo, llega una persona con más experiencia en limpieza y sugiere mover algunos muebles para revisar lo que está debajo. Al principio, uno podría pensar que no es necesario, pues ya se ha hecho un buen trabajo. Pero al seguir el consejo y mover los muebles, se descubre una gran cantidad de polvo y suciedad que no se había notado. Al final, la casa queda más limpia y ordenada de lo que se pensaba posible.

Esta sencilla analogía refleja lo que ocurrió en el evangelio de Lucas. A menudo creemos que hemos hecho todo lo posible y nos basamos en nuestras capacidades o conocimientos. Sin embargo, cuando permitimos que Dios nos guíe, aun en situaciones que parecen no tener solución, descubrimos que su sabiduría nos lleva más allá de lo que nuestra propia experiencia puede lograr. Así como el ama de casa confió en el consejo y logró una limpieza más profunda, Pedro confió en Jesús y obtuvo una pesca abundante.

A veces, lo que parece innecesario o fuera de lugar en nuestra vida puede ser la oportunidad para recibir una bendición inesperada. Al confiar en la dirección de Dios, más allá de nuestra experiencia o esfuerzo, encontramos resultados más allá de nuestras expectativas.




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