septiembre 4, 2024 in Evangelios

Evangelio del 4 de setiembre del 2024 según San Lucas 4, 38-44

Aclamación antes del Evangelio

Lc 4, 18

R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para anunciar a los pobres la buena nueva
y proclamar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 4, 38-44

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.

Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.

Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.

Reflexión

El Evangelio de Lucas 4, 38-44 nos muestra un pasaje que revela la profunda compasión de Jesús por el sufrimiento humano y su enfoque misionero en difundir el Reino de Dios. Después de haber enseñado en la sinagoga, Jesús se dirige a la casa de Simón, donde su suegra está enferma con fiebre. Al sanar a esta mujer, la respuesta inmediata es su servicio a los presentes. Posteriormente, al caer la noche, muchas personas llevan a sus enfermos y atormentados a Jesús, y él, con poder y misericordia, cura a cada uno.

Este pasaje nos recuerda que Jesús no solo vino a enseñar, sino a sanar integralmente: cuerpo y espíritu. La sanación física que realiza es un signo visible de una sanación más profunda, la espiritual, que es la reconciliación del hombre con Dios. Jesús demuestra que su misión es restaurar lo que el pecado ha corrompido. A través de su poder divino, revela su autoridad sobre las enfermedades y sobre el mal, mostrando que el Reino de Dios está cerca y que su amor es transformador.

El relato refleja el contexto de las creencias judías sobre la enfermedad y el poder de Dios para sanar. En la época de Jesús, la enfermedad muchas veces se entendía como una consecuencia del pecado o de influencias malignas, y los líderes religiosos eran vistos como intermediarios de la salud. Sin embargo, Jesús, con su propia autoridad, trasciende estas creencias al sanar con un toque o con una palabra, ofreciendo a la gente la liberación no solo de sus dolencias físicas, sino también de sus cargas espirituales.

La vida puede ser comparada con un barco en medio del océano. A veces las tormentas llegan en forma de enfermedades, problemas personales o situaciones difíciles, que como la fiebre de la suegra de Simón, nos impiden servir y actuar con libertad. Jesús es como el capitán experto que, con solo tocar el timón, calma las aguas y nos devuelve la paz, no solo para sentirnos mejor, sino para que podamos retomar nuestro rumbo con fuerza renovada. El aprendizaje es claro: cuando ponemos nuestras dificultades en manos de Cristo, Él no solo nos sana, sino que nos restaura para que sigamos adelante y ayudemos a los demás en su camino.

Así como la suegra de Simón, que al ser sanada inmediatamente sirvió, nosotros también somos llamados a levantarnos después de nuestras propias “fiebres” y ser instrumentos de servicio y amor en la vida de los demás.




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