Evangelio del 22 de agosto del 2024 según san Mateo 20, 1-16
Memoria de Nuestra Señora María Reina
Lectionary: 422
Primera lectura
Esto dice el Señor: “Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, profanado entre las naciones, profanado por ustedes en medio de ellas, y reconocerán que yo soy el Señor, cuando por medio de ustedes les haga ver mi santidad.
Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.
Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos, y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’’.
Salmo Responsorial
R. (12a) Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti
ni retires de mí tu santo espíritu. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Devuélveme tu salvación, que regocija,
y mantén en mí un alma generosa.
Enseñaré a los descarriados tus caminos,
y volverán a ti los pecadores. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios,
y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría.
Un corazón contrito te presento
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Aclamación antes del Evangelio
Hagámosle caso al Señor que nos dice:
No endurezcan su corazón.
R. Aleluya.
Evangelio
“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
Reflexión
El Evangelio de Mateo 22, 1-14 nos presenta la parábola del banquete de bodas, una narración cargada de simbolismo que nos invita a reflexionar sobre la generosidad de Dios y la respuesta humana ante Su llamado. En la parábola, un rey organiza un espléndido banquete para celebrar las bodas de su hijo, y envía a sus siervos a invitar a los convidados. Sin embargo, muchos de ellos, indiferentes o atrapados en sus propios asuntos, rechazan la invitación e incluso maltratan a los mensajeros. Finalmente, el rey extiende la invitación a todos, buenos y malos, pero uno de los invitados llega sin el traje apropiado, lo que resulta en su expulsión del banquete.
Esta parábola es una metáfora del Reino de Dios y de cómo somos invitados a participar en él. Dios, en Su infinita misericordia, abre las puertas del banquete celestial a todos sin distinción. Sin embargo, muchas veces olvidamos que nuestro tiempo en este mundo es limitado y que en cualquier momento podemos ser llamados a rendir cuentas. Nos distraemos con las preocupaciones cotidianas, con la búsqueda de nuestros propios intereses, y dejamos pasar la oportunidad de aceptar la invitación divina de vivir una vida de rectitud, compasión y solidaridad.
La falta de preparación del invitado que no llevaba el traje adecuado nos recuerda que no basta con simplemente aceptar la invitación; debemos estar verdaderamente dispuestos a vivir conforme a los valores del Reino. Este traje simboliza nuestra disposición interior, nuestra conversión y nuestro compromiso de vivir según los mandamientos de Dios. Es una llamada a reflexionar sobre nuestra propia vida y preguntarnos si realmente estamos listos para el banquete que se nos ofrece.
En este contexto, hoy también celebramos la memoria de Nuestra Señora María Reina, un título que nos recuerda la realeza de María en el Reino de los Cielos y su intercesión constante por nosotros. María, como la Reina Madre, es el modelo perfecto de alguien que no solo aceptó la invitación de Dios, sino que vivió plenamente conforme a Su voluntad. Ella nos enseña la importancia de estar siempre preparados, de decir “sí” al plan de Dios, y de revestirnos de las virtudes necesarias para participar en Su Reino.
Que en este día, bajo la protección de Nuestra Señora María Reina, renovemos nuestro compromiso de vivir en la gracia de Dios, aceptando Su invitación con alegría y preparándonos para el día en que seremos llamados a Su presencia. No dejemos que las distracciones del mundo nos impidan ver la importancia de vivir una vida de rectitud y solidaridad, sabiendo que en cualquier momento nos llegará el día final.
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