Evangelio del 20 de agosto de 2024 según Mateo 19, 23-30
Memoria de San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia
Lectionary: 420
Primera lectura
En aquellos días, el Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, dile al príncipe de Tiro: ‘El Señor Dios dice esto:
Tu corazón se ha ensoberbecido y has dicho:
Soy Dios, estoy sentado en el trono de Dios,
en medio de los mares;
pero eres hombre y no Dios,
y te crees tan sabio como Dios;
pretendes ser más inteligente que Daniel
y conocer todos los secretos;
con tu sabiduría y habilidad te has hecho rico,
has amontonado oro y plata en tus tesoros;
con astucia de comerciante has aumentado tus riquezas
y te has ensoberbecido por tu fortuna’ ”.
Por eso dice el Señor:
“Porque te has creído tan sabio como Dios,
por eso mandaré contra ti
a los más feroces de los pueblos extranjeros,
que desenvainarán su espada contra tu esplendor y tu sabiduría
y acabarán con tu grandeza.
Ellos te matarán
y el mar será tu sepultura.
¿Ante la mano misma de tus verdugos
te atreverás a afirmar todavía que eres Dios,
cuando no eres más que un hombre?
Morirás como un pagano a manos de extranjeros,
porque así lo digo yo, el Señor Dios’’.
Salmo Responsorial
R. (39c) El Señor da la muerte y la vida.
El Señor pensó: “Voy a dispersarlos
y a borrar su memoria entre los hombres”.
Pero no; que temo la presunción del enemigo
y la mala interpretación del adversario. R.
R. El Señor da la muerte y la vida.
Pues diría al enemigo que su mano había vencido
y que no era el Señor el que lo había hecho,
porque son una nación que ha perdido el juicio. R.
R. El Señor da la muerte y la vida.
¿Cómo puede uno perseguir a mil
y dos poner en fuga a diez mil?
¿No es porque su Dios los ha vendido,
porque el Señor los ha entregado? R.
R. El Señor da la muerte y la vida.
El día de su destrucción se acerca,
y su suerte se apresura,
porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R.
R. El Señor da la muerte y la vida.
Aclamación antes del Evangelio
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriquecernos con su pobreza.
R. Aleluya.
Evangelio
Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron: “Entonces ¿quién podrá salvarse?” Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible”.
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús: “Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”.
Reflexión
El Evangelio de Mateo 19, 23-30 presenta un mensaje profundo sobre la dificultad de entrar en el Reino de los Cielos para aquellos que están apegados a las riquezas materiales.
El apego a las cosas materiales es un obstáculo significativo para nuestra vida espiritual. Las riquezas y posesiones en sí mismas no son malas, pero el problema radica en cómo nos relacionamos con ellas. Cuando nuestras vidas giran en torno a acumular bienes, poder o status, perdemos de vista lo esencial: nuestra relación con Dios y con los demás.
En la sociedad actual, donde el éxito se mide a menudo por lo que poseemos, es fácil caer en la trampa de valorar más las cosas materiales que las espirituales. Este evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades. Jesús nos recuerda que las cosas de este mundo son pasajeras, y que la verdadera riqueza está en el amor a Dios y en vivir según Su voluntad.
Es comprensible que, en un mundo tan enfocado en el consumo y el materialismo, nos sintamos atraídos por la seguridad que las riquezas pueden ofrecer. Sin embargo, el Evangelio nos advierte que este tipo de seguridad es ilusoria. Las riquezas pueden darnos una sensación de control y poder, pero no pueden satisfacer nuestras necesidades más profundas: la necesidad de amor, de sentido, de comunidad y, sobre todo, de Dios.
Jesús termina diciendo que “muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros”. Esta afirmación desafía la lógica del mundo, donde los poderosos y ricos suelen ocupar los primeros lugares. En el Reino de Dios, los valores son diferentes. Los que son humildes, los que confían en Dios más que en sus posesiones, y los que ponen a los demás antes que a sí mismos, son los verdaderos grandes.
En conclusión, el evangelio nos invita a desapegarnos de las cosas materiales y a buscar lo que realmente importa: una vida en comunión con Dios y con los demás. Es una llamada a la humildad, a la generosidad y a la confianza en que Dios proveerá todo lo necesario si ponemos nuestras vidas en sus manos. Al dejar atrás nuestros apegos mundanos, podemos entrar en el Reino de los Cielos y experimentar la verdadera riqueza que solo Dios puede ofrecer.
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