agosto 19, 2024 in Evangelios

Evangelio del 19 de agosto del 2024 según Mateo 19, 16-22

Lunes de la XX semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 419

Primera lectura

Ez 24, 15-24

El Señor me habló y me dijo: “Hijo de hombre, voy a arrebatarte repentinamente a tu esposa, que es el encanto de tus ojos; pero no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio, sin hacer duelo; ponte el turbante y las sandalias; no te cubras la cara ni comas comida de duelo”.

Por la mañana estuve hablando a la gente y por la tarde murió mi esposa. A la mañana siguiente hice lo que el Señor me había mandado. Entonces me preguntó la gente: “¿Quieres explicarnos lo que estás haciendo?” Yo les respondí: “El Señor me ha dicho: ‘Dile a la casa de Israel que el Señor dice esto: Voy a profanar mi santuario, que es la causa del orgullo de ustedes, el encanto de sus ojos y el amor de su corazón. Sus hijos e hijas morirán a espada. Entonces harán lo que Ezequiel ha hecho: no se cubrirán la cara ni comerán comida de duelo; seguirán con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies; no llorarán ni harán duelo; se consumirán por su culpa y se lamentarán unos con otros. Ezequiel les servirá de ejemplo; ustedes harán lo mismo que él ha hecho. Y cuando esto suceda, sabrán que yo soy el Señor Dios’ ”.

Palabra de Dios.

Salmo Responsorial

Deuteronomio 32, 18-19. 20. 21

R. (cf. 18a) Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Abandonaron a Dios, que los creó
y olvidaron al Señor, que les dio la vida.
Lo vio el Señor, y encolerizado,
rechazó a sus hijos e hijas. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
El Señor pensó: “Me les voy a esconder
y voy a ver en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos infieles. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.
Ellos me han dado celos con un dios que no es Dios
y me han encolerizado con sus ídolos;
yo también les voy a dar celos con un pueblo que no es pueblo
y los voy a encolerizar con una nación insensata”. R.
R. Abandonaron a Dios, que les dio la vida.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 5, 3

R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 19, 16-22

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: “Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?” Le respondió Jesús: “¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno: Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos”. El replicó: “¿Cuáles?”

Jesús le dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.

Le dijo entonces el joven: “Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más me falta?” Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.

Reflexión

El evangelio de Mateo 19, 16-22 nos presenta un encuentro entre Jesús y un joven que, aunque lleno de fervor por la vida eterna, se encuentra atrapado por las ataduras de su riqueza. Esta escena, aunque distante en el tiempo, refleja una triste realidad que aún persiste en la sociedad contemporánea.

Hoy, vivimos en un mundo donde el egoísmo, la indiferencia y la competencia desmedida han erosionado la esencia misma del ser humano. En lugar de buscar la plenitud en el amor y la entrega desinteresada, muchos se aferran a los bienes materiales, al prestigio y al poder, creyendo que en ellos encontrarán la verdadera felicidad. Sin embargo, como el joven del evangelio, descubren que estos no pueden llenar el vacío profundo que solo Dios puede colmar.

La indiferencia se ha convertido en una de las mayores plagas de nuestra época. Vemos a nuestros hermanos sufriendo, necesitados de amor y comprensión, pero preferimos mirar hacia otro lado. Nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno, encapsulados en nuestras propias preocupaciones, sin detenernos a pensar en el prójimo. Este desinterés nos deshumaniza, convirtiendo a la sociedad en un lugar frío y hostil.

El egoísmo, por su parte, nos aísla y nos encierra en un círculo vicioso de autocomplacencia. En lugar de construir comunidades basadas en la solidaridad y el apoyo mutuo, nos obsesionamos con nuestros propios deseos y ambiciones, a menudo a costa del bienestar de los demás. El resultado es una sociedad fragmentada, donde cada uno busca su propio beneficio sin importar las consecuencias.

La competencia feroz, promovida por una cultura que valora más el tener que el ser, nos lleva a ver a los demás como rivales a vencer, en lugar de como hermanos con quienes compartir el camino. Esta mentalidad destructiva alimenta la envidia, el resentimiento y la desconfianza, rompiendo  las relaciones humanas y alejándonos de la verdadera paz y armonía.

En medio de esta realidad, Jesús nos invita a desprendernos de todo aquello que nos impide seguirle de todo corazón. Nos llama a abrir los ojos y el corazón, a dejar de lado el egoísmo y la indiferencia, y a construir una sociedad más justa y fraterna, donde el amor sea la ley suprema. Solo así podremos hallar la verdadera vida que anhelamos y que solo Él nos puede ofrecer.




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