agosto 15, 2024 in Evangelios

Evangelio del 15 de agosto del 2024 según San Lucas 1, 39-56

Solemnidad de Asunción de la Santísima Virgen María
Misa del día

Lectionary: 622

Primera lectura

Apoc 11, 19; 12, 1-6. 10

Se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto.

Pero apareció también en el cielo otra figura: un enorme dragón, color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada una de sus siete cabezas. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo, en cuanto éste naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue llevado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios.

Entonces oí en el cielo una voz poderosa, que decía: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.

Salmo Responsorial

Salmo 44, 10bc. 11. 12ab. 16

R. (10b) De pie, a tu derecha, está la reina.
Hijas de reyes salen a tu encuentro.
De pie, a tu derecha, está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.
Escucha, hija, mira y pon atención:
olvida a tu pueblo y la casa paterna;
el rey está prendado de tu belleza;
ríndele homenaje, porque él es tu señor.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.
Entre alegría y regocijo
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.
R. De pie, a tu derecha, está la reina.

Segunda lectura

1 Co 15, 20-27

Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.

En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida, pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.

Enseguida será la consumación, cuando Cristo entregue el Reino a su Padre, después de haber aniquilado todos los poderes del mal. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte, porque todo lo ha sometido Dios bajo los pies de Cristo.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
María fue llevada al cielo
y todos los ángeles se alegran.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes

y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,

como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia
para siempre’’.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

Reflexión

En este día tan especial, en el que celebramos la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, nuestra Madre celestial, también conmemoramos con cariño y gratitud a todas las madres en su día. Este es un momento oportuno para reflexionar no solo sobre el papel trascendental de María en la historia de la salvación, sino también sobre la importancia de nuestras propias madres, quienes con su amor y sacrificio reflejan, en cierta medida, el amor incondicional de Dios.

En el evangelio de hoy de Lucas 1, 39-56 vemos a María, que en su humildad y servicio, se apresura a visitar a su prima Isabel. Este gesto de amor y dedicación nos recuerda que las madres, como María, están siempre dispuestas a entregar su vida por sus hijos, a estar presentes en cada momento de necesidad y a brindar su apoyo incondicional.

El día de la Madre es una ocasión para detenernos y considerar lo esencial que es reconocer y valorar a quienes nos dieron la vida. En un mundo donde el trabajo, las distracciones tecnológicas y las demandas cotidianas parecen ocupar el primer lugar, corremos el riesgo de olvidar lo más importante: el amor y la gratitud hacia nuestras madres. Una simple llamada, un gesto de cariño, un “hola” lleno de afecto, puede hacer una diferencia enorme en sus corazones.

No permitamos que las ocupaciones de la vida nos hagan olvidar lo fundamental: nuestras madres están aquí y ahora, y merecen todo nuestro respeto, amor y atención. Como hijos, tenemos la responsabilidad de honrarlas, no solo en palabras, sino también en hechos concretos. Recordemos que, así como María fue elevada al cielo, nuestras madres también están llamadas a participar de la gloria eterna si viven según la voluntad de Dios, y nosotros somos parte de ese camino hacia la salvación.

Este día, mientras elevamos nuestras oraciones a la Virgen María, pidamos también por nuestras madres. Que el Señor las bendiga, les conceda salud y fortaleza, y que nosotros seamos instrumentos de su amor, brindándoles el cariño y la atención que merecen.




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